Carlos Fernández / @karlos686. “Actuar es la expresión de un impulso neurótico. Es la vida de un vagabundo”-Marlon Brando. Con esta cita definía el gran actor del siglo XX su difícil profesión, y el mexicano Alejandro González Iñárritu, coguionista y director de Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia), profundiza en las cuevas de la interpretación, las críticas, el ego, los impulsos y la humanidad que desprenden los actores que quieren alimentarse de aplausos, fama y dinero.
Todos queremos ser amados, todos queremos ser alguien y todos nos enfrentamos a nuestro ego, el cual es capaz de lo mejor y lo peor para nosotros, pero nadie quiere oír la verdad y los actores se enfrentan a la mentira casi como una constante en su vida, como una opción que les es impuesta. La creación interpretativa les hace volar (literal y metafóricamente en la película) y poner los pies en el suelo da bastante miedo ya que ¿quién no elegiría volar? ¿Quién no consideraría la ignorancia como una virtud? ¿Quién no es actor más allá de los escenarios?
Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) critica lo que hay en los escenarios y lo que hay detrás de los mismos. No son solo los excesos interpretativos del sobresaliente Michael Keaton, la sensualidad de Emma Stone o el divertidísimo egocentrismo de Edward Norton… es el más digno acercamiento que el cine, o teatro, hace al medio interpretativo, al estilo de El crepúsculo de los dioses, por y para el placer visual.
La seducción visual de la película no se hace potente por la “mera” ambición de su director de rodarla entera en un único, falseado pero alucinante, plano secuencia, cosa que ya hizo Alfred Hitchcock en La soga (1948). Su potencia y poder visual se halla en un ritmo tan frenético y cómico como asfixiante y delirante, en el que los actores dirán la verdad y actuarán de verdad de una vez por todas.
¿Quién es Birdman? ¿Cuándo acaba el personaje y cuando empieza el actor? ¿Existe alguna verdad más allá de los escenarios de todo el mundo? ¿Qué saben esos críticos pretenciosos que no crean nada? Estas son algunas de las incógnitas que plantea Birdman (o la virtud de la ignorancia) y las respuestas a estas preguntas llenas de furia, aplausos, cárteles, sueños y vasos rotos se resume en una palabra que activa la imaginación y la felicidad de su protagonista: música.