Cristina Abad Cabal. Calahorra que etimológicamente significa (qala’at al-hurriya) “fortaleza libre”, es un enclave fortificado y aislado situado en la orilla izquierda del Guadalquivir que encabeza el Puente Romano de Córdoba desde la Edad Media.
Rodeada por un recinto de planta rectangular con torres en las esquinas, a juzgar por las intervenciones arqueológicas más recientes, su construcción se fecha en la segunda mitad del siglo XII como fortaleza defensiva de la ciudad desde el Sur. Se usó como una puerta anexa al puente, y está constituida por un arco de herradura apuntado, flanqueado por dos torres anexas de sillería y rodeada por un cinturón murario de tapial.
Las primeras referencias escritas que existen de la torre, se remontan al siglo XIII cuando en el momento de la conquista cristiana de Córdoba, el rey de Castilla, Fernando III no pudo atravesar el puente al estar precedido por una torre que cerraba o controlaba el paso a la ciudad, la Calahorra. Sólo le quedó la posibilidad de cruzar el río Guadalquivir con balsas para intentar sitiarla desde el Sur.
No será hasta el siglo XIV cuando no volvamos a tener noticias de la Calahorra al desarrollarse en su entorno una de las batallas que enfrentaron a los dos hermanastros Pedro I y Enrique de Trastámara en la lucha por el trono de Castilla. Proclamado monarca Enrique II de Trastámara reparó la fortaleza, a la que añadió una torre en 1369 y otras cilíndricas angulares hasta adquirir la fisonomía de un castillo con foso al que se accedía desde un puente levadizo. Un escudo de armas de Castilla y León que figura en la fachada oriental testimonia dicha intervención.
El desarrollo de nuevas estrategias militares y la aparición de la pólvora como arma ofensiva durante el siglo XV obligaron a los recintos defensivos castellanos a proveerse de nuevos dispositivos ante numerosas revueltas civiles de la nobleza local. La Calahorra se dotó de troneras de orbe y cruz; unos orificios donde encajaba la artillería y así poder disparar “truenos” a quienes asediaran el recinto.
A pesar del carácter aislado que siempre caracterizó el monumento, su entorno fluvial y agroganadero estuvo ocupado por “los corrales “ terrenos donde pastaba el ganado, así como algún mesón y puestos de venta de productos agrarios y cárnicos. Es en ese periodo, tal y como consta en un documento de 1514, cuando en la Calahorra y ante las insistencias de la reina Juana la Loca terminaron las obras que rodearían la torre con una barbacana o barrera hasta poseer casi el aspecto por el que hoy la conocemos.
Desde aquel momento, el inmueble pasó por distintos usos durante la Edad Moderna y Contemporánea. Presidio de la nobleza cordobesa, cuartel y escuela de niñas en el siglo XIX, el estado español terminó declarándola en 1931 Monumento Histórico Artístico, junto con el puente romano y la puerta del puente. Forma parte del centro histórico de Córdoba que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1994.
Tras la dictadura franquista, que acondicionó el recinto como museo del ejército, la ley de Patrimonio Histórico Español (1985) otorgaba ya en plena democracia la máxima categoría de protección al monumento cuya titularidad pasó definitivamente a manos municipales. Actualmente ha sido cedida al Instituto para el Diálogo de las Culturas (Fundación Roger Garaudy) quien ha instalado un museo audiovisual, llamado El Museo Vivo de al-Ándalus. Éste presenta una panorámica cultural del apogeo medieval de Córdoba, del siglo IX al siglo XIII, basado en la convivencia de las culturas cristiana, judía y musulmana. El presente museo se rige mediante un sistema de auriculares inalámbricos (incluidos en la tarifa de entrada), donde el visitante se sumerge en una evocación de la cultura de al-Andalus: sus personajes, su sabiduría, su ciencia, su arquitectura y su música.
En enero de 2007, se llevó a cabo la restauración de la fortaleza como parte del ‘Plan de actuaciones en el Puente Romano de Córdoba y entornos’, acometido por la Junta de Andalucía.