25 abril 2024

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La Navidad es cosa de adultos

El anuncio de la Lotería de Navidad 2013 se rodó en Pedraza.

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La Navidad es un buen momento para cambiar de actitud.

José Antonio Muñiz. Seré feliz cuando consiga lo que quiero… Bajo esa sencilla coartada, sin darte cuenta, te estás autosecuestrando tu propia felicidad. Científicos británicos publicaban recientemente un artículo en el que detallaban una nueva fórmula, otra más, de la felicidad. Tras una críptica y compleja expresión matemática, la conclusión principal era bien sencilla: tu felicidad depende de tus expectativas. La clave para ser feliz no es lo que tengas, sino lo que tengas en relación a lo que esperabas tener. Y yo diría que se han quedado cortos, porque según otros estudios, la felicidad, más que de tener o esperar tener, es cuestión de dar.

Estamos ya inmersos en las fiestas navideñas, declaradas por los pesimistas de infantiles, de estar dirigidas más que nada a los niños. Fijémonos en ellos estos días, en nuestros hijos, sobrinos, primos pequeños… Van a depositar toda su ilusión y felicidad en esos regalos que Papá Noel y/o los Reyes Magos les traerán, ya sin tan siquiera el agradable esfuerzo de escribir aquellas preciosas cartas de antaño. Todos sabemos, en cambio, lo que les durará esa “felicidad” depositada en uno u otro juguete. El tiempo que tarden en fijar su atención en otro.

Pongámonos ahora delante del espejo. ¿Cuánto de infantil, en ese mismo sentido, queda en nosotros? ¿Acaso no estamos muchos esperando unos Reyes Magos que nos traigan la porción de felicidad que nos corresponde? Seré feliz cuando tenga esto o aquello… una pareja, una casa, ese trabajo soñado, pero luego, a los dos meses, me quejaré de mi jefe, y no volveré a ser feliz hasta que consiga un ascenso o un aumento en la nómina. Pero otros dos meses más tarde me habré habituado a mi nuevo sueldo, y me quejaré entonces porque creeré merecerme más, ¿y así hasta cuándo?

Es más, esa frustración crónica se agravará si pasamos de la espera a la exigencia. Si me llevo toda la vida esperando esto o aquello, al final le exigiré a la vida “mi” recompensa, lo que “me corresponde”, lo que es “mío”. Pero lo cierto es que con esa actitud, no habrá más recompensa que una vida llena de frustraciones e infelicidad absolutamente innecesaria.

Ya es Navidad, como decía más arriba, una época estupenda para cambiar esa actitud y abandonar esa castrante inercia a la espera, la exigencia y la frustración. Y como lo que toca son buenos deseos para estas fiestas, el mío será bien sencillo: que no esperes nada. No esperes nada cuando vayas a una de tus múltiples comidas navideñas. No esperes nada cuando vayas a abrir un regalo. No esperes recibir nada cuando veas pasar a Papá Noel. A cambio, te propongo que des, que te des.

En lugar de esperar regalos, regala. Y no hablo necesariamente de comprar. Cuando vayamos a esas comidas navideñas, por ejemplo, ¿qué tal si somos nosotros quienes ayudemos a organizarla en lugar de quejarnos luego por lo caro del menú? ¿Qué tal si somos nosotros los que animamos el cotarro? ¿Qué tal si somos nosotros los que vamos con la sonrisa instalada desde por la mañana temprano? ¿Qué tal si además de todo ello echamos una mano a los que no tendrán tantas oportunidades de pasarlo bien estos días?

Será esa la mejor manera de vivir unas auténticamente felices fiestas. Y no lo digo yo. Ni las religiones, que lo vienen repitiendo desde siglos atrás. Hoy es la ciencia quien también lo afirma, hoy es la ciencia la que nos dice que cuanto más damos y nos damos más felices somos. Por eso, independientemente de las creencias de cada uno, vivir la Navidad de verdad es y será siempre cosa de adultos.

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