Vicente Vera Esteve. Hace unos días estuve disfrutando de una gran película. A veces los americanos, si no todos, al menos un selecto grupo de directores y productores que decide llevar adelante la construcción, a priori, de buenas películas, y lo consiguen, dando, por tanto, en la diana en todos los aspectos artísticos y comerciales. Les hablo, sin mayor dilación, de la cinta Interstellar (2014), film dirigido por Cristopher Nolan, guión elaborado por su hermano Jonathan Nolan y producida por Warner. Dadas las características científicas del contenido del guión, se ha contado con el asesoramiento técnico de Kip Thorne, un astrofísico excepcional y autor de un libro de consulta obligada: The science of Interstellar.
La película tiene una duración de tres horas, aunque a pesar de su largo metraje, lo que sucede es que resulta tan impactante para nuestros sentidos, que en absoluto estás deseando que termine, o bien pensando en abandonar la sala. Ocurre más bien lo contrario, consigue meterte en el complejo mundo del espacio y ser un miembro más en la expedición de la nave, asumiendo todos los riesgos implícitos que conlleva dicha operación de búsqueda de un lugar interplanetario para trasladar a la población de la Tierra, escapando de una crisis final de subsistencia motivada por una contaminación medioambiental producida en los EEUU. Algo que quizás desde nuestra perspectiva presente no lo sintamos tan lejano en el tiempo, de ahí las advertencias pertinentes que se vienen haciendo últimamente en torno al cambio climático y al control de las emisiones de dióxido de carbono en los países industriales.
Sobre todo Interstellar es una película que, independientemente del componente científico que implícitamente contiene el guión, destila una riqueza de matices y reflexiones sobre la familia, la educación en las escuelas, el amor entre padres e hijos, los sentimientos humanos, etc., que nuestras neuronas no pueden apreciar del todo en un primer visionado. La virtud principal que nos transmite es la emoción que percibimos a través de nuestros sentidos y de nuestro cerebro. Un aspecto trascendental de esta realización es la defensa de la tecnología en la sociedad actual y en la futura, sabemos y somos absolutamente conscientes de que necesitamos de la investigación y desarrollo de la tecnología en sus diferentes facetas para ser más competitivos, somos ya dependientes de las tecnologías de la comunicación, los smartphones se han convertido en una herramienta imprescindible para nuestro trabajo y nuestra integración en diversos grupos sociales. La tablet igualmente ya forma parte de nuestro kit de viaje, así como nuestro PC que nos viene acompañando allá donde vamos, sea por motivos de ocio como de trabajo. Este comportamiento sociológico y económico es el día a día en las relaciones profesionales con la universidad, con las entidades financieras, etc. Y todavía no está definido del todo el proceso de robotización en las empresas y en los hogares, aunque muy tímidamente los podemos ver en algunos periódicos norteamericanos, casi convertidos en auténticos redactores de noticias. La industria del automóvil es un sector que apuesta fuerte por la tecnología para ser competitivos y hace algún tiempo que también dispone de robots en las cadenas de montaje de las carrocerías, desarrollando tareas repetitivas pero con eficacia total.
Por eso digo que Interstellar no solamente es una cinta muy interesante por todo el desbordante conocimiento científico que nos muestra durante la expedición en la búsqueda de un nuevo planeta, capaz de acoger a una población que vive aterrada y llena de pánico porque sabe que la vida en la Tierra se hace insoportable por las plagas que han ido sucediendo y que asfixian a sus habitantes. Viendo esta gran película, con toda su belleza de imágenes y sonidos, también me induce a pensar, a reflexionar en cuanto a esta infernal crisis financiera, a esta situación de agotamiento de modelo industrial y económico. Estamos asistiendo impávidos a una ruptura de valores, de relaciones humanas, de actitudes, no sabemos hacia donde nos estamos encaminando, me acuerdo de los agujeros negros que se plasman en la película. He llegado a pensar que Interstellar podría convertirse en algo absolutamente premonitorio de lo que puede llegar a ocurrir en un plazo no demasiado largo. ¿Alguien cree que será capaz el homo economicus del siglo XXI de resolver la deuda multimillonaria de este país y de la mayoría de estados de Occidente?
Ha tenido que exponerlo Podemos en su programa económico, la famosa reestructuración de la deuda, para que ahora salgan economistas de debajo de las piedras diciendo que eso ya lo vienen diciendo ellos desde hace tiempo. Además, es económicamente coherente que sería lo mejor que nos podría pasar, conseguir aplazamientos de deuda a muy largo plazo convirtiéndose mediante la emisión de bonos, en deuda perpetua intergeneracional, o bien quitas importantes y, en el peor de los casos, repudio puro y duro. Desde esta perspectiva Interstellar puede parecer una película de ciencia ficción, pero si la vemos un par de veces nos damos cuenta de la realidad presente y futura que contiene en su escenografía y en sus diálogos. Por todo ello, amigos, he pensado que si los hermanos Nolan organizan una nueva expedición intergaláctica yo me voy a apuntar sí o sí, al menos no quiero estar aquí cuando explosione la madre de todas las burbujas y se convierta este mundo en irrespirable, por toda la basura que puede generar el estallido- no sólo monetaria sino también nuclear. Eso sí, no me iré solo, espero ser acompañado por una réplica del gracioso robot metacognitivo TARS, y bien pertrechado de literatura y buena música, y sin bancos que me ofrezcan productos tóxicos.