17 abril 2024

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Innovar y sobrevivir

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Carmen Valls. El mundo educativo está viviendo grandes cambios. A cada paso surgen nuevos modelos, ideas, planteamientos que pretenden adaptar las escuelas a los tiempos que vivimos.

Es verdad que muchos de los métodos de enseñanza provocan desconexión entre los alumnos y el aprendizaje, consiguiendo a menudo matar la pasión natural de los niños por aprender. Pero también muchos de esos cambios son una respuesta desesperada ante la necesidad de ser competitivos, de conseguir más matrículas, o incluso de no desaparecer como centro educativo.

El profesorado está viviendo, sobre todo en centros privados y concertados, una invasión innovadora que, siendo interesante y rompedora en muchos casos, también lleva a los profesores a sentir que nada de lo que prueban llega a asentarse, que cuando empiezan a sentir que dominan una nueva forma de hacer aparece otra más. Al mismo tiempo que se adaptan al aprendizaje cooperativo, han de estar atentos a las inteligencias múltiples, uso de la tecnología, tri-lingüismo, trabajo por proyectos… Enfoques que a otros les ha funcionado y que parece que son la clave del éxito del centro (más matrículas al estar a la última) y de los alumnos (alumnos del siglo XXI).

Cuanto más se presiona un sistema, más se defenderá el sistema de esta presión. Es verdad que el mundo educativo sigue patrones de hace siglos en muchos casos y necesita una revisión a fondo, pero una presión tan grande sobre el colectivo de profesores podría generar una resistencia feroz que pusiera en peligro la misión de ayudar a crecer a nuestros alumnos.

Recogiendo la experiencia emocional que los profesores están viviendo en numerosos centros educativos en España, y las necesidades que tengo como madre de dos niños de infantil, me surge esta reflexión: quizás sea mejor invertir menos en tanta innovación a la vez, priorizando un cambio significativo sobre todos los demás, e invertir más en personas. 

Quizás sea todo más sencillo: quizás sea posible poner el foco en aulas con menos alumnos o con más de un profesor a un tiempo. Quizás el proyecto definitivo sea invertir en personas, para que el profesor pueda disponer de tiempo para acometer los cambios, pero sobre todo, para que en el camino pueda conectar con sus alumnos, para acompañarles realmente en su crecimiento.

Con tanta innovación en paralelo, el nivel de ansiedad del profesor es tal que le resulta difícil poner al alumno en el centro. Más bien, como me decía una profesora en estos días, entras en el aula en modo “sobrevivir”. En este sentido, podemos poner en peligro la mirada del profesor hacia el alumno como individuo que necesita ser acompañado para aprender y crecer… poniendo más la atención en “seré capaz de hacer a la vez todo lo nuevo en lo que aún me siento torpe, sin que se note mucho”.

La desconexión de los alumnos podría venir no tanto de las metodologías (que en ocasiones, también) sino de la falta de conexión o vínculo afectivo con el profesor, porque el profesor tiene demasiados alumnos y demasiados cambios a los que ha de sobrevivir.

Como madre preferiría saber que mis hijos, en momentos de dificultad por los que pasarán simplemente porque irán creciendo, van a tener en la escuela alguien que les comprende, que les ayuda a nombrar lo que les pasa, que se da cuenta, y lo conecta con el rendimiento académico porque tiene tiempo para ello.

Podría parecer que mi rol de madre apuesta por frenar la ola innovadora de los centros educativos. Nada más lejos de mi intención. Me emociona saber de proyectos transversales que motivan a los alumnos de todo un centro, me inspira (y lo quiero para mis hijos), que aprendan a pensar por sí mismos… pero sobre todo quiero que vayan felices al colegio porque hay una persona en el aula que les comprende y les escucha y se fija en ellos de forma individual en algún momento del día.

Cuando los centros están enfocados a la dura tarea de sobrevivir (los centros como tales y los profesores como individuos), quizás sea difícil enfocarse hacia la tarea principal de acompañar el crecimiento de los chicos/as.

Quizás es el precio que se ha de pagar para lograr finalmente el cambio… o quizás estamos olvidando lo que realmente se necesita hoy, en una sociedad que no para, que sólo actúa, y que puede perder la capacidad de mirarse, comprenderse, y acompañar a sus niños/as para que les apasione aprender.

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