Ana Amador. La historia de la celebración de Santa Catalina se remonta a hace más de 100 años, cuando en los talleres de alta costura parisinos las jóvenes de 25 años solteras, llamadas catherinettes, cesaban por un día sus laboriosos quehaceres y festejaban en honor a la patrona de las jóvenes solteras.
Durante este evento las chicas acudían a un baile en el que lucían tocados con tonalidades llamativas. Principalmente los colores de sus sombreros eran los que se asociaban a la Santa: el verde, que simboliza la esperanza, y el amarillo, que se identifica con la alegría. Así que de esta tradición provienen expresiones tan conocidas como por ejemplo “quedarse para vestir santos”.
Entre las famosas anécdotas en torno a este día tan especial para el gremio de los sombrereros se encuentran la pasión por disfrazarse y bailar con las catherinettes del gran modisto francés Paul Poiret o el emotivo telegrama que las jóvenes del taller de costura escribieron a la diseñadora Elsa Schiaparelli en 1944 durante su exilio en Nueva York debido a la Segunda Guerra Mundial. Tiempo después, la grande Schiap narró en su libro A Shocking Life: “Las imagino desfilando por la Place Vendôme, danzando al ritmo de la farándula, cogidas de la mano, cantando, circundando la venerable columna, mofándose de los gendarmes, y ellos sonriendo y aceptando la trasgresión de la ley. Un día de libertad, diversión y esparcimiento”.
En 1998 la celebración de Santa Catalina cayó en desuso, pero 12 años después resurgió con fuerza. De hecho, es un festejo que se realiza en casi toda Europa y concretamente en Francia han retomado la antorcha grandes casas de alta costura como Christian Lacroix y Cartier. Además, este destacado evento se festeja en otros puntos tan dispares del mundo, como Australia, Japón, China o Rusia.
Santa Catalina en España. En nuestro país hace ocho años se creó la Asociación Española de Sombrereros, una entidad entre cuyos socios más destacados se encuentran la fábrica sevillana con más de 130 años de antigüedad Fernández y Roche o los comercios City Sport (Madrid) y la Sombrerería Albiñana de Luis Bogues (Oviedo).
Según Charo Iglesias, presidenta de la Asociación Española de Sombrereros, “desde hace cinco años realizamos un evento en el Hipódromo, pero teníamos pendiente Santa Catalina. Así que el año pasado instauramos por primera vez esta festividad que celebramos en el Museo del Traje”. Generalmente es un evento que se realiza en los talleres o la calle, pero «en España se festeja en un museo», matiza la sombrerera.
Este año, el pregonero será Juan Pablo Silvestre, presentador de Mundo Babel en Radio 3, quien además dedicará el programa del sábado 22 de noviembre a esta bella prenda decorativa.
Entre las muchas iniciativas que se realizarán en el Museo del Traje de Madrid, un año más los niños disfrutarán de talleres infantiles. Además, en esta ocasión los asistentes podrán participar en un curso sobre adornos de origami que impartirá Ana Romero, una de las grandes expertas españolas en el uso de esta técnica japonesa.
Otras actividades permitirán al público aprender cómo se hace un tocado, visitar los fondos del sombrero del siglo XVII del Museo de Traje, acceder al tocador para probarse modelos confeccionados por distintos miembros de la Asociación y posar en un photocall para tener un recuerdo divertido de esta jornada.
Asimismo, para conocer en profundidad del proceso creativo del sombrero, los asistentes podrán contemplar una pequeña exposición en la que se encuentran ejemplos de fieltros, hormas, sombreros a medio hacer y piezas terminadas. Según argumenta Charo Iglesias, en relación a este arte “la gente piensa que se parte de un tejido, paja o fieltro plano, pero en realidad todo es mucho más complejo”.
La costumbre de usar sombrero. Francia siempre fue la primera sombrerera de todos los tiempos y entre sus figuras más ilustres destaca Rose Bertin, la primera sombrerera célebre de la historia gracias a los diseños que confeccionaba para la reina María Antonieta.
Tras las dos guerras mundiales, los años 20 y 50 también fueron épocas doradas para esta prenda decorativa. En esta ocasión, la firma francesa Dior deslumbró especialmente en este arte, aunque también destacaron figuras relevantes de la alta costura como el modisto español afincado en París Cristóbal Balenciaga, quien inventó los sombreros realizados con cabellos a base de largas trenzas gracias a la colaboración del peluquero Guillaume.
Por otro lado, la tendencia a lucir sombrero fue una costumbre muy arraigada en la sociedad española. De hecho, antiguamente en Madrid llegaron a existir aproximadamente 200 talleres especializados en este complemento. Sin embargo, diversos factores como la moda de lucir los peinados cargados durante los años 55 y 60, la generalización del coche o el empleo del plástico para guarecerse de la lluvia propiciaron que el uso del sombrero quedara relegado a ciertos eventos como las bodas. «Esta tendencia al desuso del sombrero en España fue muy radical, pero no fue un caso aislado en nuestro país», matiza Charo Iglesias.
Afortunadamente, en otros lugares como Inglaterra el cambio fue más suave, lo que permitió que se conservase esta bella costumbre y convirtió a Londres en la capital mundial de los sombrereros.
Para rescatar esta tradición y darle visibilidad, en España los sombrereros realizan numerosas exposiciones. Un bello ejemplo es El arte de volar, una muestra temporal de la diseñadora Candela Cort que se realizó en el Museo del Traje en el año 2009. Además, la presidenta de la Asociación adelanta que en lugar de un solo día de celebración, “el año que viene hemos pensado realizar la Semana del Sombrero en la que se rescatará el sombrero regional”.
En relación a las nuevas generaciones de sombrereros españoles, Charo Iglesias considera que la profesión está de moda y «a nivel europeo vamos a ser muy buenos». Según la sombrerera, cada vez hay más interés por esta profesión ya que «es un oficio muy mágico». Además, matiza que «cuando empiezas y tienes determinadas cualidades, como creatividad, sentido del color o de las formas, es un arte muy atractivo que apasiona».