Ana Rodríguez. Dicen que el artista nace, no se hace. En el caso de la bailaora Yolanda Osuna el dicho se ratifica una vez más. Para esta joven cordobesa el flamenco es el aire que respira, la proyección de sus sueños, su estilo de vida…
Yolanda siempre ha bailado, desde bien pequeña, cuando se ponía “un trapo y lo movía como si fuera una bata de cola”, así lo recuerda ella. Con muy corta edad su madre la apuntó a una academia en la capital cordobesa, la de Dolores Vázquez, donde lo primero que aprendió fueron las tradicionales sevillanas. Allí tuvo la suerte de conocer al artista Salvador Gutiérrez, siendo muy importantes para su desarrollo las horas que pasó aprendiendo los entresijos del flamenco a su lado.
A los diez años, Osuna tenía muy claro lo que quería ser de mayor, quería hacer suya esa inquietud que empezó siendo un hobby y acabó convirtiéndose en el momento más esperado del día: el de bailar. Y no sólo como manera de expresarse, también le gustaba meterse en el rol de profesora y enseñar a su hermana menor los pasos que ella ya se sabía a pies juntillas.
No es de extrañar que acabara ingresando en el Conservatorio Luis del Río, donde obtuvo su título en Danza Española, y más tarde en el Conservatorio Superior de Danza de Málaga, lugar en el que completó su formación y de donde salió siendo licenciada en Pedagogía de la Danza.
Además, Osuna ha tenido la suerte de formarse con grandes del flamenco como ‘El Mimbre’, Blanca del Rey en mantón, Matilde Coral y Milagros Megíbar le inculcaron la técnica de la bata de cola, ha asistido a clases con Antonio Canales, Pastora Galván, Farruquito, la Farruca, La Faraona, La Lupi y un largo etcétera.
Sumando sus dos pasiones, el flamenco y la enseñanza, Yolanda montó hace nueve años en Córdoba su propia escuela, en la que transmite su saber a esas personas que, como ella en su momento, tienen un ansia incansable de conocer el flamenco.
Al margen de su vocación didáctica, Osuna siempre ha estado subida a algún tablao en algún lugar del mundo. En este sentido, actuó con espectáculos propios en Italia, también estuvo acompañando al cantaor Julián Estrada y con la gira de la obra Rinconete y Cortadillo de la Compañía de Danza de Javier Latorre en la que hizo una sustitución. Asimismo ha realizado actuaciones en solitario en numerosas peñas de toda la geografía española y formado parte del cuerpo de baile de diversas compañías, como el Ballet de Inmaculada Aguilar.
En 2007, y tras haber ganado el primer Premio Antonio Hidalgo del Concurso Nacional de Fandangos de Lucena; el primer Premio ‘Jóvenes Flamencos’ de la Diputación de Córdoba y el primer Premio de la Perla de Cádiz, Yolanda Osuna se presentó al Festival Internacional del Cante de las Minas de la Unión, quedando en segundo puesto. “Me quedé con la miel en los labios, pero hay que seguir luchando. Le cogí miedo a los concursos, porque en ellos se valora a las personas según unos patrones, no en función de si es mejor o peor, sino en relación a si se ajusta a los ideales del jurado”, explica la artista.
El ser finalista le sirvió para viajar a Estados Unidos, participando en el Festival de Chicago con el espectáculo ‘Con tres sentíos’, dentro de una gira organizada por el Instituto Cervantes. Aquello salió tan bien que repitió experiencia con la entidad, representando una nueva creación, ‘Sentidos’, en el Festival de Bucarest (Rumanía).
Pasados siete años de su primera experiencia en La Unión, este 2014 Yolanda Osuna volvió a probar suerte en la Catedral del Cante. “Mi buen amigo Jeromo Segura, y también Jesús Amat, me animaron a presentarme de nuevo. Yo no había vuelto a concursar en ningún certamen, y finalmente me decidí. Me acompañaron los cantaores Bernardo Miranda, Jesús Corbacho y Pepe de Pura y Miguel Pérez a la guitarra. Mi madre, que es quien me cose, me hizo los trajes. Entre todos me apoyaron y consiguieron sacar lo mejor de mí, lo que yo quería sacar”, explica la bailaora.
La cordobesa volvió a quedar en segundo lugar este 2014, pero está muy contenta de haberlo intentado de nuevo porque la experiencia le ha cambiado su vida profesional, como ella reconoce: “he crecido, he subido un escalón y estoy feliz porque el trayecto y el trabajo que he recorrido con todos mis compañeros no me lo quita nadie”.
Actualmente, Osuna está inmersa en el espectáculo ‘Dando el cante’, el cual se enmarca dentro de los actos de difusión internacional que a lo largo del año se realizan del Festival de Cante de las Minas. De la mano de Las Minas Flamenco Tour, en este evento, que hace llegar la esencia del certamen de La Unión a escenarios de todo el mundo, la cordobesa comparte cartel con los guitarristas Antonio Fernández y José Tomás Giménez; el cantaor Antonio Mejías y los bailaores Jesús Carmona y Eduardo Guerrero.
Mientras compagina su academia con las diversas actuaciones que se le presentan, Yolanda confiesa que está ideando un nuevo trabajo, algo que le ronda por la mente pero de lo que aún no quiere adelantar nada. Eso sí, cuando la ‘criatura nazca’ lo hará en su tierra, en Córdoba, lugar donde también estrenó otro espectáculo, ‘Vivencias flamencas’, que puso en marcha gracias al apoyo de la Asociación de Artistas Flamencos de Córdoba hace tres años.
Recientemente Osuna ha actuado en La Peña ‘El Morato’ de Almería y en la Casa de la Memoria de Sevilla y es que la joven no puede parar quieta porque, como reconoce, “el flamenco es mi vida, es algo que necesito para echar lo que llevo dentro, sea alegre o triste, lo que siento es lo que transmito. Para mí el flamenco no es un trabajo, es una forma de vida. Igual que si no comes te mueres, yo si no bailo me muero. Es una parte de mí”.
Pero Yolanda no parece ser la única en su casa que vive esa experiencia artística con intensidad. Su hermana, Lorena, esa a la que de pequeña enseñaba lo que ella iba aprendiendo, ha seguido sus mismos pasos. Curiosamente, en la familia de Osuna hay un precedente que da explicación a todo: su abuela, una flamenca de la localidad cordobesa de Fernán Núñez que tocaba las castañuelas y que era conocida en su municipio natal como ‘La Antequerana’. Ahora puede que Lorena herede el apodo de su antepasada y se instituya toda una saga flamenca.
Hasta que eso ocurra, Yolanda Osuna se mantendrá en su senda, ilusionándose con lo que va haciendo, con esas metas sobrepasadas que tan bien saben y, que en su caso, suenan a un dulce taconeo.