Enrique Lluch Frechina. El experto en pobreza fue invitado a una tertulia. Había publicado ese mismo día un informe con unos datos sobre la pobreza en su Comunidad Autónoma y la gravedad de los mismos había hecho que todos los medios de comunicación se hicieran eco de él.
El moderador invitó al experto a que expusiese las conclusiones principales de su estudio científico. Cuando acabó de exponerlo, el resto de tertulianos acordaron con él que eran cifras preocupantes y que se trataba de un asunto importante para la sociedad. Acto seguido la periodista le comentó que en nuestro país la familia servía como colchón que hacía que la situación no fuera tan grave como parecía y que tal vez los datos no estaban actualizados, el antiguo asesor puso en duda la validez de unas estadísticas que no eran aceptadas por todos y el político gobernante hinchó pecho con la cantidad de dinero que ponía su institución para ayuda asistencial a los más desfavorecidos.
El experto contestó que la crisis era tan profunda que estaba alterando profundamente la red social de muchas familias, que los datos eran del último trimestre y por lo tanto no había otros más actualizados, que los indicadores eran los mismos que se utilizaban en todos los países europeos y que a pesar de haber subido el presupuesto de la institución aludida en ayuda asistencial, había bajado la partida para políticas sociales…
La tertulia continuó y el ex-asesor comentó que había un grave problema en que las multas por mal aparcamiento del ayuntamiento eran muy caras y esto podía perjudicar a las familias menos pudientes. El debate se animó en este punto y todos intervinieron opinando sobre el problema de las multas por mal aparcamiento, si eran caras o no, si el ayuntamiento hacía bien o no en tenerlas, etc.
El experto estaba perplejo. Mientras escuchaba a los demás participantes de la tertulia estuvo decidiendo si les decía que les había pasado como a mucha gente, que después de aceptar que la pobreza es un problema grave, intentan quitarle hierro y por último cambian de tema, o si se limitaba a decir que se habían desviado del asunto y que se necesitaba gente comprometida que no mirase hacia otro lado y que afrontase la grave situación de pobreza de muchas de las personas que viven en nuestro país.
El experto decidió finalmente optar por la segunda opción cuando le dieron el último turno de palabra. Sin embargo, todavía hoy no sabe si hizo bien o si tenía que haberse decantado por la primera.
Epílogo edificante: ¿Nos dedicamos nosotros a mirar hacia otro lado cuando tratamos temas de pobreza y desigualdades? ¿Tenemos en nuestra sociedad políticos y estadistas valientes que quieran realmente afrontar el problema de la pobreza y las desigualdades? ¿Dedicamos más atención a cuestiones de las que no depende la vida de las personas?