Carlos Fernández / @karlos686. El cine es un espejo y el reflejo está en los ojos del espectador. No todos los espectadores son iguales ni todas las películas son iguales, esto permite que el cine refleje no un único reflejo, sino cientos de ellos, reflejos de nuestras vidas, nuestras relaciones personales, familiares, nuestras ilusiones, desilusiones… todo tiene voz y hueco en la gran pantalla.
El autor escribe una película y entre él y el director crean una historia, pero del público sólo les llega la historia superficial, los creadores de cine sólo ven la punta de iceberg de lo que ven los espectadores, por lo que es un error intentar esforzarse en comprender al espectador, es necesario empatizar con él para mantenerlo sentado y que disfrute. No olvidemos que las películas sin público no existen, pero nadie puede comprender a una masa de gente de estas características y esto hace que el público resulte impredecible.
Muchísimas películas pequeñas han llegado muy lejos, recordemos por ejemplo el caso de la reciente La herida de Fernando Franco, y otras grandes no han llegado ni a la cuarta parte de lo mínimo que se esperaba de ellas, como es el caso de la estadounidense Sin city 2: A dame to kill for. Podemos intentar averiguar porqué gracias a los críticos y expertos en cine, pero nunca podremos saber qué quiere el espectador…. ¿o sí?
El espectador paga dinero como si el cine se tratara de una casa de los espejos de feria, quiere mirarse en un espejo con formas extrañas para ver qué ve, verse a sí mismo con su mismo cuerpo pero distinto por la sencilla gracia de verse distinto. En otras palabras, el cine sigue siendo desde el día que se inventó una atracción de feria, una atracción que puede darnos un reflejo del mundo con el que nos sintamos a gusto. Sin embargo, tu espejo y el de tu amigo no serán el mismo, nadie ve la misma película. A muchos les gusta la película Her (Spike Jonze) por ser un gran reflejo del duelo sentimental y la pasión romántica y otros muchos la odian por lo mismo. No hay que preguntarse por qué no conectan estas historias con los espectadores, todos tenemos un criterio de lo bueno y de lo malo, pero la verdad absoluta no existe ni la película perfecta tampoco ¿o acaso no es Ed Wood, considerado el peor director de la historia del cine y un ejemplo de libertad creativa para muchos?
Sin embargo, a veces obtenemos un momento íntimo con nosotros mismos, lloramos al ver a un personaje caer o al ser abandonado por un ser amado y luego nos reconfortamos cuando vemos que sufre pero sigue adelante y cuando nos sentimos mal en nuestra casa pensamos de pronto en ese personaje y entonces no nos sentimos tan solos, eso es entablar relación con el cine y ver el reflejo. La luz que sale de la cabina de proyección da a nuestros ojos y oídos un reconforte, un sentimiento, nos hace conocer a lo mejor una historia de aventuras que nunca viviremos o nos hace vivir la lucha contra lo que nunca pelearemos o incluso nos pone en contacto con algo ya vivido… ¡son tantas las posibilidades! ¿Quién quiere ir al cine sabiendo lo que se va a encontrar? ¿Si el espectador verá en las cuatro oscuras paredes el reflejo de su mundo o no lo verá? Sea como sea, el cine es el arte más directo (palabras del cineasta sueco Ingmar Bergman) y por tanto el más personal; todos vemos la misma película pero ninguno vemos lo mismo, igual que todos leemos el mismo libro pero ninguno imaginamos lo mismo.
La fábrica de sueños es como era de esperar, un negocio, es una productora, una distribuidora, un dineral. El cine ha estado frente a su extinción muchas veces pese a ser el arte más joven de la actualidad, a pesar de haberse hecho cine casi de todo, y sigue siendo el arte que más está en pañales. Sin embargo, ahora vivimos un momento en el que parece que gracias a Internet y a las distintas ofertas como la fiesta del cine o los miércoles de cine la gente ve más cine que nunca y entrando en un terreno peliagudo aseguraré con seguridad que Internet es un fiel amigo del cine, pero no de quienes lo producen. ¿Qué hacer con Internet? Poco hay que hacer que no se haya hecho con las plataformas de cine on line de pago (bastante asequibles por cierto), pero es dinero a fin y al cabo y no todos estaríamos dispuestos a pagar por lo que veríamos gratis ¿sencillo no? La solución la da la gente, en el sentido de que cada vez se va más al cine que nunca con las diversas ofertas y el espectador está más al día de los estrenos simplemente por el placer de verlo en pantalla grande. Así funcionan los cristales de este espejo, así funciona la fábrica de sueños.
Simplemente veamos cine, escapemos, huyamos a otro sitio. Sorprendería lo que se aprende de una película, huyamos también del cine basado en convencionalismos que da todo el trabajo hecho al espectador; el cine, como la vida, requiere exigencia y somos nosotros, espectadores, los que recibimos el trabajo de los artistas. El cine es un arte que siempre debe comunicar algo, a diferencia de otras artes como la pintura y la música que se basan en la creación de sentimientos a través de su existencia, sin la necesidad de trasmitir nada concreto. Debemos ser exigentes con lo que vamos a recibir, todos queremos ver algo atractivo reflejado en el gran espejo que proyecta la cabina de proyección. Como dijo Alex en La naranja mecánica: “Es curioso cómo los colores del mundo sólo parecen reales al videarlos en una gran pantalla”.