A.R.E. El 4 de octubre se celebra en el calendario católico la festividad de San Francisco de Asís, a quien Juan Pablo II declaró en 1980 patrono de los animales y de los ecologistas. También la fecha de fallecimiento del santo (4 de octubre de 1226) fue la elegida en 1929 por la Organización Mundial de Protección Animal para celebrar el Día Mundial de los Animales.
En muchos sitios de la geografía española se festeja la jornada de forma religiosa, mediante la tradicional bendición de las mascotas. Sin embargo, puede que no todos sepan por qué es San Francisco de Asís y no otro santo la figura cristiana más vinculada a la fauna y la flora.
Francesco d’Assisi, verdadero nombre del religioso, que era natural de la localidad italiana de Asís, era un hombre poco común, con una concepción de la hermandad completamente universal. Fue soldado siendo muy joven, cuando su ciudad natal estaba en guerra contra Alemania, pero cayó preso en la contienda y estuvo encarcelado durante un año. Cuando fue nuevamente libre cambió de vida, dedicándose a la oración y viviendo como los más pobres. Empezó a reconstruir iglesias, a cuidar de enfermos y necesitados y formó la congregación de los Franciscanos gracias al beneplácito del Papa Inocencio II.
San Francisco de Asís consideraba a los animales como hermanos, y así se dirigía a ellos. Para él todos los seres vivos estaban unidos por el amor a Dios, eran sus hijos y todos los miembros del universo eran hermanos y sus vidas debían ser consideradas por igual. Por ello, respetaba y admiraba lo que tenía a su alrededor y creía una falta tratar de dañarlo. Su manera de pensar quedó plasmada, entre otros escritos, en el Cántico de las criaturas.
Además, existe la creencia de que el santo era capaz de comunicarse con la naturaleza, llegando los animales a obedecer sus órdenes. En este sentido, la historia señala que en una ocasión, en la localidad de Gubbio, había un lobo que se comía a las ovejas y atacaba a los hombres. San Francisco se enfrentó al animal y, al echarse éste sobre el religioso, le hizo la señal de la cruz y el lobo cerró la boca. El santo prohibió al «hermano lobo» que volviera a hacer daño, logrando para él un acuerdo con las gentes del pueblo, que lo alimentarían a cambio de que no los atacara. El relato dice que el animal hasta tendió su pata al santo, siendo considerado desde entonces patrón de los animales por su amor y protección hacia éstos.