Paula Crespo. En pleno Océano Pacífico, a cerca de mil kilómetros de la costa de Ecuador, el archipiélago de las Islas Galápago, formado hace cinco millones de años por la actividad tectónica de su fondo marino y descubierto en 1535, constituye todo un homenaje a España y al Descubrimiento de América.
Así lo demuestran el hecho de que fuera bautizado como el archipiélago de Colón en febrero de 1832, cuando se anexionó a Ecuador y los topónimos de siete de sus 19 islas, entre grandes y medianas -cuenta además con 215 islotes y multitud de rocas y promontrorios-, que hacen referencia a la gesta colombina y a algunos de sus enclaves y protagonistas.
Rábida, nombrada así por el Monasterio español de Palos de la Frontera (Huelva) en el que se alojó Colón mientras preparaba su proyecto; Pinzón, en honor a los dos hermanos marineros de Palos; Pinta, como una de las tres embarcaciones que viajaron hasta tierras americanas; Fernandina e Isabela, por los Reyes Católicos; Genovesa, por el posible lugar de nacimiento de Colón, y Santa Fe, por las capitulaciones firmadas tras el Descubrimiento son los nombres de algunas de las islas que conforman este conocido conjunto geográfico, que es uno de los grupos volcánicos más activos del mundo.
Isla Rábida. Sin lugar a dudas, una de las más curiosas es. Esta isla es especialmente llamativa porque las arenas de sus playas, consideradas una de las 17 mejores del mundo, son de un color rojizo, similar al de la superficie de Marte y los paisajes mineros de Riotinto (Huelva) y porque en ella existe una pequeña colonia de focas peleteras.
Isla Rábida, antes conocida como Isla Jervis, por un almirante británico llamado John Jervis, tiene una superficie de alrededor de cinco kilómetros cuadrados. Su color se debe al alto contenido en hierro de los depósitos de lava que expulsaron sus volcanes y a los sedimentos formados por partículas de coral fragmentado. El material volcánico es muy poroso, lo que ha provocado que agentes ambientales externos como la lluvia, el agua salada y la brisa los hayan oxidado.
Esta isla constituye uno de los sitios de visita recomendados del Parque Nacional de Galápagos. Una ruta que recorre la playa, una laguna costera detrás de esta y un sendero en forma de circuito de algo más de un kilómetro en el que se puede disfrutar del paisaje y de las especies autóctonas y endémicas como los pelícanos o los flamencos, también propios de nuestra tierra.
Isla Pinzón. Poco se sabe de esta isla que lleva el apellido de Martín Alonso y Vicente Yáñez, los marineros españoles que capitanearon dos de las tres embarcaciones que tomaron parte en el Descubrimiento, ya que es necesario contar con un permiso del gobierno ecuatoriano para visitarla y no cuenta con espacios para visitantes o turistas.
También conocida como Isla Duncan, es una de las consideradas islas grandes porque tiene una superficie de 18 kilómetros cuadrados y se encuentra a una altitud de 397 metros sobre el nivel del mar. En ella habitan especies animales como leones marinos, tortugas gigantes, iguanas marinas y delfines y una forestal única, el llamado árbol margarita.
Isla Pinta. Con 60 kilómetros cuadrados de superficie es la novena más grande de todo el archipiélago de Colón y también la más septentrional. Al igual que Isla Pinzón y a pesar de que existen muchos lugares para aterrizar no tiene sitios de visita reales creados para turistas y los investigadores necesitan un permiso del Parque Nacional para tomar tierra en ella.
Isla Pinta, cuyo topónimo alude evidentemente a una de las carabelas, también recibe el nombre de Isla Abingdon, por el Conde de Abingdon (Inglaterra) y su relevancia reside en ser la isla originaria de la famosa tortuga Solitario Jorge (Geochelone abingdoni) -última subespecie de tortuga que sobrevive en la isla- y hogar de otras especies como gaviotas de cola bifurcada, gavilanes y focas peleteras, entre otras.
Isla Fernandina. Es la más reciente y la tercera en tamaño de las Galápago -con 642 kilómetros cuadrados-, por detrás solo de Isabela y Santa Cruz y sin duda una de las más exóticas por sus playas de orillas negras y rocosas y por albergar uno de los volcanes más activos del mundo. Su nombre rinde homenaje al rey español Fernando el Católico, promotor y mecenas de la gesta colombina.
Solo cuenta con un lugar visitable: Punta Espinoza, una estrecha franja de lava y arena que se extiende desde la base del volcán hasta el mar, ubicada al noroeste de la isla y famosa por sus grandes colonias de iguanas marinas y por ser el hábitat de especies únicas como el cormorán no volador, el pingüino de Galápagos, el gavilán de Galápagos y la culebra de Galápagos, entre otros.
En los años 20 del siglo XIX el Capitán Benjamín Morrell, desde su fondeadero en Bahía Banks, fue testigo y registró una de las mayores erupciones en la historia de las Galápagos que probablemente dio origen a la punta. Posteriormente en 1975, hubo un levantamiento, de aproximadamente 90 centímetros, razón por la cual el muelle construido para desembarco, solo puede ser usado durante la marea alta.
Punta Espinoza es además un sitio ideal para observar los cactus de lava (Brachycerus nesioticus), los mismos que crecen sobre lava joven y sobreviven con muy poca agua. También se encuentran áreas de manglar.
Isla Isabela. Cerca de 4.600 kilómetros cuadrados la convierten en la más extensa de todo el archipiélago y la única atravesada por la línea equinoccial del Ecuador. De hecho, acapara el 60 por ciento de la superficie total del archipiélago. Debe su nombre a la reina Isabel de Castilla, que junto con Fernando, posibilitó y financió el viaje de Colón al Nuevo Mundo. En inglés también se conoce como Albemarle, en honor al Duque de Albemarle.
Debe su particular morfología a la presencia y la fusión de seis volcanes -cinco de ellos activos- en una sola masa. Increíbles paisajes y una maravillosa fauna y flora reconocidas mundialmente hacen de esta isla un auténtico paraíso habitado por más de 2.000 habitantes.
Esta isla también es conocida por albergar el Muro de las Lágrimas, una inmensa pared construida por los reos enviados a las Galápago antiguamente.
Isla Genovesa. Anteriormente conocida como Tower, tiene forma de herradura y 14 kilómetros cuadrados de superficie. En ella se encuentra una gran caldera volcánica cuya pared se derrumbó formando la Bahía de Darwin, que se encuentra rodeada de acantilados y que se erige como un lugar idóneo para bucear.
Cuenta con un lago de cráter de agua salada, el lago Arturo, cuyos sedimentos tienen menos de 6.000 años de antigüedad y está constituida por los restos de un gran cráter sumergido.
La Isla Genovesa, denominada así por el lugar de que se atribuye como de nacimiento de Cristóbal Colón, es conocida también por el sobrenombre de ‘isla de los pájaros’, ya que en la Bahía Darwin se pueden observar aves como piqueros de patas rojas, gaviotas de lava, pájaros tropicales, aves de fragata, gaviotas de cola bifurcada, palomas, petreles y pinzones de Darwin. Además hay un gran bosque de Palo Santo.
Isla Santa Fe. Recibe su nombre de las Capitulaciones de Santa Fe firmadas en abril de 1492, es geológicamente una de las más antiguas, ya que alberga rocas volcánicas de alrededor de cuatro millones de años. En la bahía de Barrington, en honor al almirante del mismo apellido Samuel Barrington existe un lugar para aterrizar y una laguna de color turquesa y aguas tranquilas donde se ven lobos marinos.
En cuanto a vegetación la isla se caracteriza por la presencia de un denso bosque de la especie más grande de los cactus gigantes Opuntia echios y de palo santo. Y en lo que a fauna se refiere, la iguana terrestre de Santa Fe (Conolophus pallidus) es endémica de la isla, donde también se encuentra la lagartija de lava. También es endémica una subespecie del roedor Aegialomys galapagoensis.
Siete islas diferentes entre sí en morfología, flora y fauna y con distintas peculiaridades que las hacen únicas, pero con un denominador común: una toponimia basada en el Descubrimiento de América.