Ferrán Adrià: «Innovar es dejar también las cosas como están»

El cocinero Ferán Adrià en Segovia.
El cocinero Ferán Adrià en Segovia.

Europa Press. El cocinero Ferran Adrià, considerado uno de los mejores chef del mundo, defiende la idea de que «innovar es dejar también las cosas como están», pues transformar la cocina tradicional no significa ofrecer algo mejor, sino una opción más.

Adrià, quien ha participado en Hay Festival de Segovia en una conversación con el escritor y periodista Jesús Ruiz Mantilla, ha respondido de esta forma tras ser preguntado por los periodistas si modificaría el típico cochinillo segoviano mediante innovación o creatividad.

El cocinero, incluido por la revista norteamericana ‘Time’ en la lista de los diez personajes más innovadores del mundo en 2004, ha manifestado, tras precisar que la innovación surge cuando la creatividad se convierte en algo provechoso y rentable, que quizás para este tradicional plato la novedad sería no hacer nada.

«La modernidad tal vez sea más alrededor que en el cochinillo, porque es genial, y yo creo que Cándido ya lo está haciendo. Seguramente hace 30 años las cartas de vino, las copas o la vajilla eran de otra manera», ha apuntado el chef catalán, quien ha querido mostrarse «respetuoso» y ha expresado que para contestar a la pregunta iría primero un mes a Segovia a estudiar el cochinillo.

Copropietario del restaurante El Bulli, cerrado en 2011 para reconvertirse en una fundación privada, Adrià ha asegurado que cuenta con la ciudad del Acueducto para su nuevo proyecto, El Bulli Foundation, centrado en la investigación y en aplicar la experiencia creativa desarrollada durante más de 20 años en el restaurante de Rosas (Gerona).

En el marco de ese proyecto, en el que está implicada una treintena de personas, el 27 de octubre se inaugurará en Madrid, en el Espacio Fundación Telefónica, la exposición ‘Auditando el proceso creativo’, dirigida especialmente a pymes y emprendedores.

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Adrià ha cerrado el restaurante El Bulli para volcarse en la Fundación.

El chef catalán ha explicado que la idea ahora es, a través de un lenguaje sencillo, compartir y hacer entender a la gente que cualquier empresa, ya sea un bar o una carnicería, puede ser creativa. «En mi caso quiero compartir todo lo que pasó en El Bulli, yo no quiero ser imagen de nadie», ha admitido en declaraciones recogidas por Europa Press.

Su conversación, uno de los platos fuertes de la novena edición de Hay Festival, se la ha planteado como una «provocación brutal» con el fin de hacer reflexionar al público de forma divertida y cómoda, algo que según ha confesado ha aprendido tras las más de cien conferencias ofrecidas en los dos últimos años con Telefónica.

«La sociedad quiere un discurso claro, fresco, que se entienda pero a la vez muy profundo, que te haga evolucionar. Estamos en una sociedad compleja y difícil, donde no valen los secretos , donde nos cuesta mucho separar lo que está bien y mal«, ha explicado.

Su etapa más fascinante
Durante su intervención en el Festival, que ha se ha desarrollado en el campus de IE University, ha desgranado junto a su interlocutor las decisiones que le llevaron a cerrar El Bulli para volcarse en la fundación.

El chef, quien desde el comienzo ha dejado claro que el riesgo, el trabajo duro y cierto punto de inconsciencia es el valor de su equipo, ha indicado que tomó la decisión en un momento en que todo el mundo estaba «hasta el gorro» de él y de su gastronomía, en el que se dio cuenta además de que su modelo de restaurante no era capaz de ir más allá.

«Además éramos perfectamente aburridos, casi como marines americanos. El que venía un minuto tarde, no volvía. ¿Cómo puede haber respeto al trabajo en equipo si llegas tarde por la cara?», ha espetado, al tiempo que ha asegurado que solo cinco de los 2.000 trabajadores que pasaron por el establecimiento dejaron el equipo pese a que llegaban a trabajar 16 horas seguidas.

Adriá, quien ha afirmado que la etapa transcurrida desde que cerró El Bulli han sido los más fascinantes de su vida, ha repasado algunas anécdotas de su trayectoria tras convertirse en cocinero «por azar», después de comenzar fregando platos para irse de fiesta a Ibiza, así como del restaurante, para el que rechazó reservas de hasta un millón de euros para evitar «prostituir» el proceso creativo y que se perdiera la «pureza» del establecimiento.

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