‘El congreso’, una reflexión sobre el futuro incierto de los actores

Fotograma de 'El congreso'.
Fotograma de 'El congreso'.
Fotograma de ‘El congreso’.

Carlos Fernández / @karlos686. Con más de un año de retraso, llega esta película a la cartelera española y ¡ojo con la película que me dispongo a comentar!, una bomba de auténtico cine. Ari Folman, director de El congreso, se comporta como el niño más adulto y el adulto más niño al mismo tiempo. Del mismo modo que Holy motors (Leos Carax) satirizaba sobre la decadencia del actor y la belleza de la interpretación, El congreso reflexiona sobre el futuro incierto de los actores y su dolorosa forma de reemplazamiento con la edad que podría darse por un jarrón o un dibujo animado digitalizado en este caso.

Con un aire profundamente melancólico y surrealista, Folman convierte una película de actores reales en una de dibujos animados más cercana al Pink Floyd’s The wall de Alan Parker que al ¿Quién engañó a Roger Rabbit? de Robert Zemeckis.

Realizada con una increíble interpretación de Robin Wright, que se interpreta a sí misma, además de doblar su dibujo animado, El congreso no es sólo una película llena de dibujos animados que recuerdan a un cuadro de El Bosco u originales imágenes que recuerdan al Ciudadano Kane (Orson Welles), o que incluso homenajean directamente a ¿Teléfono rojo? ¡Volamos hacia Moscú! (Stanley Kubrick), es también un conmovedor melodrama sobre una madre y su hijo enfermo.

La poderosa animación e imaginación visual de la película dan ganas de vivir y se encarga de que el espectador sea más que nunca él mismo con un pie en tierra y otro en la pantalla, así es el juego de El congreso. Saldrás del cine pensativo, luego estarás más feliz que nunca.

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