Las valencianas Grutas de San José esconden el río subterráneo navegable más largo de Europa

El río puede recorrerse en barca durante casi dos kilómetros. / Foto: www.riosubterraneo.com
Las Grutas de San José, en Castellón. / Foto: www.riosubterraneo.com
Las Grutas de San José, en Castellón. / Foto: www.riosubterraneo.com

A.M.R. Entre las joyas de la naturaleza de las que puede presumir España hay una de especial belleza y genuinidad. Hablamos del río subterráneo navegable más largo de Europa, que se encuentra en el municipio de Vall de Uxó, en la provincia de Castellón, zona perteneciente a la comarca de la Plana Baixa. Su cauce discurre por las llamadas Grutas de San José (les Coves de Sant Josep), una cavidad natural en la que parece que el tiempo se paró hace 230 millones de años, en el Triásico medio, cuando se formó este relieve kárstico.

El río puede recorrerse en barca durante casi dos kilómetros. / Foto: www.riosubterraneo.com
El río puede recorrerse en barca durante casi dos kilómetros. / Foto: www.riosubterraneo.com

Desde mediados del siglo XX, estas Cuevas son visitables y casi dos kilómetros del río navegable, dando a esta localidad valenciana un atractivo único que se traduce en un reguero constante de turistas (un total de 124.954 personas las han visitado en los ocho primeros meses de este 2014).

A pesar de las diversas exploraciones realizadas por los espeleólogos, el nacimiento del río y el final de la gruta son, a día de hoy, un misterio, pues ninguna de las incursiones realizadas ha logrado dar con estos dos puntos claves de la formación geológica.

Aún se desconoce dónde nace el río. / Foto: www.riosubterraneo.com
Aún se desconoce dónde nace el río. / Foto: www.riosubterraneo.com

Así pues, durante las visitas al espacio, que duran unas 45 minutos, los turistas pueden recorrer en barca casi dos kilómetros, pasando de unas a otras salas  y galerías, y a pie unos 255 metros, pero hay otros dos kilómetros aproximadamente inaccesibles al público, a los que habría que añadir los espacios que aún quedan por descubrir.

Plano del recorrido turístico por las galerías y salas. / Foto: www.riosubterraneo.com
Plano del recorrido turístico por las galerías y salas. / Foto: www.riosubterraneo.com

Cuando se penetra en las Cuevas, y tras pasar el embarcadero construído para las visitas, la primera gran sala que puede contemplarse es la de los Murciélagos, llamada así por la gran cantidad de ejemplares de este animal que poblaban la cavidad en otro tiempo. La impresionante bóveda es lo más llamativo de este primer espacio, ya que las formas caprichosas moldeadas por el agua con el tiempo han esculpido un cielo mágico digno de admirar. En el extremo norte de la sala se vislumbra un estrecho paso llamado Boca del Forn, que se correponde con un antiguo sifón ensanchado artificialmente.

Sala de los Murciélagos. / Foto: www.riosubterraneo.com
Sala de los Murciélagos. / Foto: www.riosubterraneo.com

Un poco más adelante, a través del paseo de los enamorados, se llega al Lago de Diana, de cinco metros de profundidad y cubierto de musgo, y tras éste al Lago Azul, de 12 metros de profundidad, la máxima que alcanza el río.

Continuando con el recorrido, se accede a otro antiguo sifón inundado denominado Galería de los Sifones, el túnel artificial más largo del paseo (60 metros), el final conocido de la cavidad hasta que se urbanizó, y donde habitan unos diminutos crustáceos que sólo se pueden encontrar en este tipo de espacios naturales.

Cascada de la Flor. / Foto: www.riosubterraneo.com
Cascada de la Flor. / Foto: www.riosubterraneo.com

Tras pasar por esta galería, hay una bifurcación en el trayecto encontrándose, por un lado, una zona seca de 255 metros que puede conocerse a pie, y por el otro, la continuación del río. En la conocida como Galería Seca se localiza una de las formaciones más peculiares, la Cascada de la Flor, con 14 metros de coladas intermitentes, una forma que ha ido adquiriendo con el paso de los siglos al resbalar gota a gota el agua por las paredes. En este paseo a pie sobre arena fina, más de uno puede sorprenderse cuando, al fijarse en las formas de la cueva, descubra la silueta de ‘El dinosaurio‘, o quedarse embobado contemplando la Galería de las Estalactitas, con espectaculares mantos y columnas.

'El Dinosaurio'. / Foto: www.riosubterraneo.com
‘El Dinosaurio’. / Foto: www.riosubterraneo.com

Siguiendo el cauce del río, en paralelo al terreno seco, aparecen nuevas salas, como la del Peñón o la del Perro Pachón, así como el Lago del Diablo, llamado así por lo tenebroso y oscuro del pasaje. Este último tramo transitable de las Grutas está compuesto por diversos sifones que dan a parar a una galería final  -la de mayor recorrido de la provincia de Castellón y la segunda de la Comunidad Valenciana- obstruida por grandes bloques de piedra, aunque con posibilidad de paso entre los mismos.

En este punto termina el área visible de las Grutas de San José, un espacio increíble que se encuentra dentro del Paraje del mismo nombre, siendo además Vall d’Uixó una de las puertas de entrada al Parque Natural de la Sierra de Espadan, que alberga un importante bosque de alcornoques, único en el este de la Península Ibérica. El marco que da abrigo a estas cuevas es el barranco seco del río Belcaire, que cuando se formó la cavidad debía de ser un río de agua fresca, con abundante pesca, del que sería afluente el río de les Coves de Sant Josep.

En el entorno de las Cuevas se han encontrado pinturas rupestres. / Foto: www.riosubterraneo.com
En el entorno de las Cuevas se han encontrado pinturas rupestres. / Foto: www.riosubterraneo.com

Con esta riqueza natural, no es de extrañar que desde hace miles de años estas tierras fueran pobladas por el hombre. Los yacimientos arqueológicos encontrados en la boca de acceso demuestran que la existencia de las Cuevas ya se conocía hace 17.000 años, en el Paleolítoco superior, por parte de pueblos cazadores-recolectores, habiendo hallado además pinturas rupestres en las inmediaciones y hasta una tumba de la época romana, la del hijo del cónsul romano Marco Licinio Craso, Caio Cneo Craso, como reza en la lápida localizada.

Las primeras exploraciones corresponden al siglo XX. / Foto: www.riosubterraneo.com
Las primeras exploraciones corresponden al siglo XX. / Foto: www.riosubterraneo.com

Asimismo, en la parte alta del llamado cerro de San José hay restos de un poblado íbero, declarado Bien de Interés Cultural en 1981 y datado en la Edad del Bronce, un asentamiento del que se conserva gran parte de la muralla, vestigios de dos de sus cuatro torres y tramos de las calles, escaleras, etc. de la acrópolis. Tales manifestaciones ratifican la relevancia de las Grutas de San José y su utilidad y utilización por parte del hombre desde hace siglos.

Avanzando en el tiempo, la cavidad valenciana era citada en el siglo XVIII por importantes historiadores en sus obras sobre geografía, como es el caso de las Observaciones sobre la Historia Natural, Geografía, Agricultura, Población y Frutos del Reino de Valencia de Josep Cavanilles, donde el autor comentaba que empleaban el agua que brotaba de la base del cerro para regar y que había cuevas que se comunicaban entre ellas y que nunca se secaban.

La zona seca tiene una longitud algo superior a 200 metros. / Foto: www.riosubterraneo.com
La zona seca tiene una longitud algo superior a 200 metros. / Foto: www.riosubterraneo.com

Otro curioso dato es que en el siglo XIX, los vecinos de la localidad valenciana tomaron por costumbre reunirse alrededor de la llamada Fuente de San José cuando celebraban la Fiesta de las Flores, adentrándose los más temerarios en el interior de la cueva.

Sin embargo, no fue hasta 1902 cuando algunos habitantes de la localidad valenciana organizaron una competición para ver quién llegaba más lejos con una barca, explorando hasta la Boca del Forn, el límite accesible de la Gruta por aquel entonces. Pero unos años más tarde, en 1926, otro grupo de vecinos logró pasar la Boca y descubrir el Lago Diana, hallando un nuevo obstáculo insalvable, la Galería de los Sifones. Precisamente en este lugar, tres años después, perdería la vida el lugareño Herminio Arroyas Martínez, tratando precisamente de cruzar al ahora conocido como Lago Azul.

Miles de turistas acuden cada año a Castellón para admirar las Grutas. /  Foto: www.riosubterraneo.com
Miles de turistas acuden cada año a Castellón para admirar las Grutas. / Foto: www.riosubterraneo.com

El accidente hizo saltar todas las alarmas y sirvió de acicate para iniciar el acondicionamiento de la cueva, en un primer momento mediante la instalación de pasarelas y, más tarde, hacia 1936, con la construcción de una presa que mantuviera el nivel del agua, el dragado de partes del río y la instalación eléctrica para iluminar la cavidad. A mediados del siglo XX las obras habían terminado, logrando gracias a ellas mantener estable el nivel del río y creando un sistema de barcas que permitía navegar por el interior de la Gruta.

En la década de los 50, exploraron el espacio los primeros espeleólogos, procedentes de la Sección de Exploraciones Subterráneas del Centre Excursionista de València, que además elaboraron el primer plano topográfico de éste. En los años sucesivos se realizaron diversas voladuras, abriendo nuevos sifones, y dejando al descubierto nuevas galerías y salas hasta alcanzar los 2.348 metros que se conocen en la actualidad.

Misterio, magia, belleza… una combinación posible en este paraje de Castellón en el que el tiempo se detuvo y se hizo agua.

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