Todo el mundo sonríe en el mismo idioma

Togo. / Foto: Patricia Rodríguez
Togo. / Foto: Patricia Rodríguez
Una sonriente joven de Togo. / Foto: Patricia Rodríguez

Patricia Rodríguez González. Siempre me ha sorprendido el turista que vuelve tras una semana de vacaciones en un país en el que nunca había estado antes y comienza las frases sentenciando “Ellos son…” “Lo que les interesa es…” ¿Verdaderamente, somos capaces de hacer un análisis global sobre toda una cultura en una semana y después de la lectura de una guía turística como introducción al medio?

A pesar de compartir el 99,9% de nuestro ADN, los seres humanos cada vez buscamos más motivos para diferenciarnos unos de otros. Si no es el tipo de ropa, el corte de pelo o el estatus económico, es el color de la piel, la religión o el origen…

Es cierto que la riqueza de la diversidad existe, tanto es así que cada ser humano es único e irrepetible, las grandes diferencias suelen venir de la información externa que recibimos donde vivimos y desde que nacemos. Sin embargo, por más diferencias que busquemos o tengamos con los demás, lo cierto es que todos los seres humanos podemos encontrar un espacio de encuentro común, el de la afectividad y las emociones. Todos sentimos amor, tristeza, ira, miedo, alegría…

A pesar de que esta máxima pueda parecer evidente, no lo es, sobre todo en lo que a los métodos de resolución de conflictos se refiere. Procedemos de una cultura que se considera superior al resto y estos prejuicios son los que, muchas veces, hacen que no seamos capaces de ver más allá de lo que aparece inmediatamente ante nosotros. Tras asistir en los últimos años a varios fracasos en conversaciones de paz y acuerdos que han convertido muchos conflictos en permanentes, sino en intermitentes, debemos plantearnos que aceptar el desconocimiento es el punto de partida del aprendizaje.

El camino comienza con la individualización desde la misma altura, sabiendo que jamás llegarás a conocer e interpretar a una persona si no consigues llegar a un nivel interior profundo. Solo de esta forma podrá resolverse un conflicto de forma efectiva y duradera, no exclusivamente con soluciones de índole política, económica o militar, en contra de lo que algunos piensan. Encontrar a dos personas en ese nivel emocional y desde la neutralidad es la única manera de que verdaderamente puedan empatizar el uno con el otro.

Aunque no se trata de una receta garante de un éxito absoluto, sí se trata de un requisito imprescindible para el que se necesita habilidad, tiempo y conciencia.

El hombre es razón y emoción, y muchas decisiones vienen motivadas por la última. Si tratamos de analizar con la razón lo que pertenece al ámbito de la emoción, jamás llegaremos a entender las motivaciones reales que posibilitan nuestro encuentro.

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