Vicente Vera. Con la vuelta de las vacaciones los españoles nos enfrentamos crudamente con la realidad del presupuesto familiar. A lo largo del mes de septiembre comprobaremos si la crisis económica ha finalizado realmente o, por el contrario, todo ha sido un discurso complaciente con la finalidad de no amargarnos las consabidas vacaciones y continuar con el miedo metido en el cuerpo. Efectivamente nos hemos ido de turismo, la capacidad de los hoteles y restaurantes por encima del 90%, las terrazas con listas de espera, etc. Como digo, las familias comienzan a hacer números y previsiones para atender los gastos escolares de los hijos, el inexorable pago del IBI y tasas municipales, además de todos los recibos domésticos. A partir de los resultados de esta contabilidad, veremos si de verdad la crisis ha terminado. Y eso sin contar con alguna sorpresa desagradable si vemos nuestra empresa cerrada al volver al trabajo.
El objetivo de estas reflexiones no es sembrar el pánico entre los lectores, la idea es tratar de razonar si estamos mejor o peor que antes de salir de vacaciones. De momento venimos pagando la gasolina más cara, estos días pasados leíamos en los medios de comunicación que el nivel de deuda pública española crecía hasta superar el 100% del PIB. Este dato no es en absoluto bueno, aparentemente nuestro equipo de gobierno no le presta demasiada importancia, parece que la aparente calma chicha de la prima de riesgo es suficiente para pensar que, al menos, el endeudamiento al final nos está costando casi como a la propia Alemania. Este comportamiento del tipo de interés es incierto, no sabemos hasta cuándo puede durar. Es obvio que en cualquier momento la coyuntura puede cambiar para la zona euro o para el resto de monedas líderes como el dólar, yen o yuan chino. Estos movimientos monetarios y cambiantes son también muy cíclicos, en un momento dado la Reserva Federal decide adoptar una política monetaria menos expansiva repercutiendo en el comportamiento de resto de monedas.
No olvidemos que vivimos en un mundo más financiero que real, hoy se movilizan más recursos a través de las pantallas de ordenador que el monto total de exportaciones e importaciones de bienes y servicios. Al fin y al cabo formamos parte de una zona monetaria liderada por el euro, competidor en el mercado por el flujo de capitales internacionales junto con las monedas a las que hemos aludido más arriba. Por eso la única industria realmente atractiva y rentable es la financiera, industria intensiva en capital y no en mano de obra. Esta realidad es la que viene produciéndose desde tiempo atrás pulverizando la competitividad de la industria tradicional manufacturera. Una vez hecha esta digresión macroeconómica volvemos, para terminar, a la microeconomía más sufrida, a la economía de andar por casa.
Con las premisas descritas es difícil certificar que la crisis ha terminado, no se crean las suficientes empresas para contratar todo el desempleo latente en la sociedad. A partir de ahora será más complicado debido a un retroceso en el dinamismo de la economía francesa, con cambio de gobierno en las carteras más sensibles con los recortes anunciados, y Alemania, que sufre una recaída en su crecimiento del PIB. La actuación y la diplomacia del líder ruso Vladimir Putin pone en peligro la estabilidad en la zona, peligran las exportaciones y se acentua la incertidumbre. Con estos mimbres es inevitable pensar que no encontramos argumentos para pensar que las economías familiares se encontrarán con mayor seguridad en sus presupuestos para el otoño.
Nos ha sorprendido la repentina visita de la Merkel a Santiago de Compostela, no ha dudado en convertirse por unas horas en peregrina de excepción durante seis kilómetros. Este caluroso encuentro es más que sospechoso. Ante el nuevo escenario de las economías vecinas y el mensaje poco tranquilizador de Rajoy explicando que todavía será necesaria mayor austeridad y consolidación fiscal, aunque, según argumenta, a veces es difícil explicar algunas de las medidas planteadas para continuar con el proceso de reformismo económico. Es cierto que se están produciendo movimientos de lobbies para los nombramientos en el próximo Consejo de Europa en el que se prevé que nos concedan alguna sorpresa por haber sido buenos alumnos respecto a nuestro sacrificio como país con las medidas de austeridad. Es probable que nuestro ministro Luis de Guindos sea confirmado como presidente del Eurogrupo. Aun así, Europa no tiene remedio, ha sido necesario que la doctora Merkel abrazara solemnemente al Apóstol Santiago junto a su colega Rajoy para pedirle ayuda en el buen funcionamiento de las políticas futuras de mayor austeridad. Ahora sí que estamos en manos de sus oraciones y prédicas al apóstol y menos en la eficacia de la próxima tanda de reformas y recortes que se nos avecina este otoño. Recomendaría que uniéramos nuestras oraciones a las ya realizadas por la doctora Merkel.
Como conclusión, sí que cabe valorar que la crisis sí ha terminado para los bancos, no hay más que ver cómo lucen sus balances y cuenta de resultados, pero no para los ciudadanos de a pie. Además de nuestras pías oraciones deberíamos completar algún tramo del Camino de Santiago, a lo mejor nuestro patrón se apiada de todos nosotros. Afirmaba Quevedo que, “Dios hizo a Santiago, Patrón de España, que no existía entonces, para que cuando llegue el día pudiera interceder por ella y volverla otra vez a la vida con su doctrina y con su espada”.