Ana Rodríguez. Este 2014 ha sido bautizado como el ‘Año Platero’ en conmemoración del centenario de la narración lírica Platero y yo, escrita por el poeta Juan Ramón Jiménez, y que tanto peso tuvo en la decisión de distinguir al autor moguereño con el Premio Nobel de Literatura el 25 octubre 1956.
Es con motivo de tan destacado aniversario, que el escritor, crítico e investigador literario Javier Maestre ha comenzado a ofrecer una serie de conferencias por toda la geografía española arrojando una visión diferente y una hipótesis novedosa tanto sobre la obra que se conmemora, como sobre la propia producción literaria de Juan Ramón Jiménez.
Maestre sostiene que el cambio de la primera a la segunda etapa en la obra del Nobel se debe a la interiorización por parte de éste de la cultura y estética japonesas, haciendo suyos los conocimientos adquiridos sobre esta civilización y proyectándolos, a su manera, en sus obras. Asimismo, su segunda tesis se centra en Platero y yo, volumen que, asegura, posee un parecido asombroso con El libro de la almohada, publicado en la primera década del siglo XI por una autora japonesa, y en el que Juan Ramón Jiménez podría haberse inspirado para redactar una de sus obras más universales.
Maestre, que actualmente está finalizando la carrera de Estudios Hispánicos en la Universidad Autónoma de Madrid, ha llegado a estas conclusiones tras una amplia investigación, en cierta medida motivada por el impulso y apoyo recibido por el Grupo Platero, un equipo de investigación de la Universidad Complutense y la Pontificia de Madrid, del que Javier es el miembro más joven y el único que no ejerce la docencia en el marco universitario.
La investigación sobre Juan Ramón “nació durante una conversación en una cena”, explica Maestre, y continúa: “me iba a Moguer, a cotejar fondos de la biblioteca del Nobel, y la noche de antes, hablando con amigos, me preguntaron si sabía de dónde venía el cambio de la poesía de Juan Ramón en su segunda etapa (1916-1936). Muchos defienden que su versolibrismo procede de Walt Whitman pero, a mi parecer, ese argumento se queda corto porque no es lo más importante de su poesía en esta etapa, es un caso más. El modernismo para el moguereño, como él mismo decía, era otra cosa, libertad interior. Hasta Darío afirmó, refiriéndose a Juan Ramón, ‘usted el modernismo lo lleva dentro’. Y es así, el modernismo le influyó pero más bien él lo evadió (al menos el barroquizante de princesas exóticas), que también es una forma de influenciar”.
En aquel momento se despertó en Maestre una idea. Javier es amante de la cultura japonesa y fue miembro de la Asociación Nihon Yosai, conduciendo incluso un par de secciones en un programa que la entidad realizaba y que emitía la emisora universitaria Uniradio. “Juan Ramón tiene mucha estética oriental en esa segunda etapa, así que cuando fui a la Casa Museo del Nobel peiné su biblioteca para descubrir qué ejemplares poseía sobre cultura y literatura japonesas y los años en que estos volúmenes fueron publicados. Me sorprendió, porque encontré más de 20 libros de esta temática, muchos de ellos de referencia que se utilizan hoy en día en el Grado de Estudios de Asia y África, incluso algunos de antropología, de Lafcadio Hearnt. También localicé cartas en las que habla con un amigo sobre su interés por la poesía japonesa y sé que le interesaba el arte, en especial el pintor Hokusai”, explica el joven investigador.
Esta influencia de lo japonés en la obra de Juan Ramón a la que apunta Maestre no es novedosa, pues ya se han elaborado algunos análisis y tesis al respecto. Sin embargo, estos últimos se centran sobre todo en la construcción de los textos del Nobel, buscando en ellos –a veces de manera tendenciosa según Maestre- los haiku japoneses, un tipo de poema breve cuya estructura responde a 5-7-5, es decir, tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente.
El investigador señala que “los haiku, que también usaban otros autores de la época, poseen unos valores estéticos inamovibles y puramente occidentales, totalmente alejados de la estética japonesa, que se salta la influencia grecolatina, cristiana y platónica. En ellos se ensalza lo imperfecto, lo desconocido, lo difuso, el cambio, que es sinónimo de vida para los japoneses… a los occidentales nos chocan porque estamos acostumbrados a otros valores, a lo simétrico”.
Así pues, la tesis que sostiene Javier Maestre va más allá de que Juan Ramón empleara los haiku en los textos que escribió a partir de 1916. El investigador afirma que el Nobel “fue el único poeta, quizás hasta Octavio Paz, que se impregnó de esa estética japonesa, la interiorizó y la hizo suya, reflejándola luego en sus obras. En él podemos encontrar poemas de 10 líneas de versos con más estética haiku que muchos que siguen la estructura 5-7-5 de autores como Machado o Valle Inclán”.
En este sentido, el crítico indica que Juan Ramón, en su segunda etapa, innovó, escribiendo de una manera en la que nunca antes se había escrito en la literatura occidental y resalta que “hay pruebas suficientes para alegar que se debe a la influencia de la estética japonesa”.
A raíz de estas primeras indagaciones y conclusiones, a Maestre se le planteó un nuevo reto: con motivo del ‘Año Platero’ le propusieron que ofreciera una ponencia sobre la influencia oriental en Platero y yo. El problema era que hasta ese momento el investigador se había centrado en la segunda etapa de la obra de Juan Ramón Jiménez, la intelectual, y precisamente Platero y yo se engloba, por su fecha de publicación, 1914, en la primera, la conocida como etapa sensitiva.
Algunos de los libros sobre cultura japonesa que había encontrado Maestre en la biblioteca del genio moguereño eran anteriores a 1912-13 (el más antiguo estaba fechado en 1905), época en la que empezó a escribir en Francia la obra sobre el burrito Platero, siendo por tanto factible que ese influjo oriental estuviera ya presente en su pluma.
“Platero y yo es poesía en prosa, no tiene nada que ver con su primera etapa, y a esto había que buscarle una explicación”, señala con contundencia Javier Maestre. Además de la influencia japonesa que Juan Ramón tenía por haber vivido en Francia -a principios del siglo XX lo oriental estaba de moda en muchos puntos de Europa, sobre todo en el país galo y en el plano artístico-, era imprescindible para el investigador encontrar una conexión entre la literatura japonesa y esta obra del Nobel… conexión que acabó hallando.
En la primera década del siglo XI, la autora Sei Shōnagon escribió el que quizás sea el diario íntimo más famoso de la literatura japonesa, El libro de la almohada. “Esta obra es como un Platero y yo japonés -afirma Maestre-. Aunque no había ningún ejemplar de El libro de la almohada en la biblioteca de Moguer de Juan Ramón Jiménez y no puedo demostrar que lo leyera, las similitudes entre uno y otro son asombrosas. Hay pocos fragmentos parecidos, pero algunos párrafos son calcados. Los dos libros tienen casi el mismo número de capítulos, son poesía en prosa, son diarios poéticos, un género que no se había trabajado aquí… En conclusión, Platero y yo tiene una estructura y unos valores muy parecidos a los de El libro de la almohada. Además, existía una traducción francesa de cuando Juan Ramón tenía tan sólo ocho años”.
Estas teorías sobre la obra del Nobel han llamado la atención entre los académicos y máxime este 2014, aniversario de una de las publicaciones más famosas de Jiménez. El interés suscitado ha hecho que Javier Maestre exponga los resultados de sus indagaciones en varias charlas, habiendo ofrecido una de ellas en el marco de las I Jornadas de Investigación Literaria Philobiblion, que organizó la Universidad Autónoma el pasado mes de junio. Asimismo, próximamente ilustrará con su interesante punto de vista a quienes acudan al Museo de Huelva el 22 de agosto y a la Semana de las Ciencias de Madrid en el mes de octubre.