Redacción. La conducta impulsiva de los niños se relaciona con su conectividad cerebral, según han mostrado un equipo de investigadores de la Universidad de Murcia, tras analizar los cambios en el cerebro que se relacionan con la impulsividad, un rasgo de la personalidad que provoca dificultades para inhibir la respuesta ante un estímulo y predispone a reacciones no planeadas sin tener en cuenta sus consecuencias negativas.
«La impulsividad es un factor de riesgo para el desarrollo de serios problemas de conducta. Entre los niños con un desarrollo típico, observamos diferencias individuales en su interacción con el medioambiente», ha explicado el autor principal del trabajo, Luis J. Fuentes.
En concreto, en la investigación, recogida por la plataforma Sinc, los expertos pidieron a un grupo de padres que respondieran a una serie de cuestiones relacionadas con la conducta impulsiva de sus hijos. Con sus respuestas, los 24 niños de la muestra fueron clasificados según sus niveles de comportamiento impulsivo.
Después, a través de técnicas de neuroimagen, los investigadores estudiaron sus patrones de conectividad cerebral y, con esta información, analizaron si los patrones se relacionaban con el nivel de impulsividad que los padres habían percibido en sus hijos.
«Comprobamos que cuanto mayor era el nivel de impulsividad de los niños, mayor era la alteración en las conexiones entre el córtex cingulado posterior y el giro angular derecho (entre estas por separado y las áreas que se activan cuando se realizan tareas cognitivas), que también se observa en personas con conducta antisocial», ha añadido Fuentes.
Para los autores, estos resultados tienen dos implicaciones importantes. Por un lado, lo que perciben los padres sobre el comportamiento de sus hijos tiene, a su juicio, un «claro reflejo» en sus patrones de conectividad cerebral, y es una información útil para comprobar a nivel neuroanatómico lo que se observa en el comportamiento cotidiano.
Además, prosiguen, en niños con un desarrollo típico se han identificado alteraciones en la conectividad entre áreas del cerebro que previamente se han relacionado con la conducta antisocial. «Dichos patrones de conectividad cerebral pueden servir como marcadores biológicos para anticipar el riesgo de que aparezcan problemas conductuales y dificultades de adaptación social», ha zanjado Fuentes.