Andrés Espuelas. En el siglo XV, durante los descansos de las tribus indias de Norteamérica, unos 100 atrevidos deportistas se reunían en un campo de aproximadamente 460 x 805 metros para practicar un deporte algo arriesgado por aquel entonces. Para este entretenimiento empleaban un palo con una red en un extremo, una pelota de madera y un arco a modo de portería eran los materiales usados. ‘Baggataway’ (juego del Creador), ‘Tewaarathon’ (pequeño hijo de la guerra), ‘Dehuntshigwa’es’ (hombre golpeando con un objeto redondo) o ‘Da-nah-wah’uwsdi’ (pequeño juego de la guerra) fueron algunos de los nombres más comunes para referirse este deporte.
El juego se utilizaba para solucionar conflictos, aunque muchas veces el stick confundía la bola con la cabeza del contrario y los contrincantes se enzarzaban en una tensa disputa. Con esta estampa se encontraron los jesuitas franceses en el siglo XVII cuando llegaron a estas tierras con el objetivo de evangelizar a los nativos, un propósito que lograron con éxito y cuya influencia propició el origen al término jeu de la crosse ( juego del báculo o palo de los obispos) del que deriva la denominación actual lacrosse.
Con el paso de los años este juego se ha convertido en deporte nacional en Canadá y también uno de los más seguidos en Estados Unidos. En España, sin embargo, ha tardado mucho más en llegar aunque la afición va aumentando poco a poco.
En nuestro país el lacrosse comenzó en los años 90 y, según la Asociación Española Deportiva de Lacrosse (AEDL), el número de jugadores se está multiplicando cada año. Ello se aprecia en que en este mes de julio la Selección Española de Lacrosse está disputando su tercer mundial desde que se fundara en el año 2005.
Este deporte se juega en el llamado formato ‘clásico’, que son diez jugadores situados entre el portero, la defensa y los atacantes en un campo de dimensiones similares a las de un equipo de fútbol. El objetivo es introducir una bola de goma, parecida a la de tenis, que va pasando de cesta en cesta del palo de cada jugador hasta lograr meter gol en la portería contraria. Los jugadores se equipan con un casco y no tienen límites de pasos, mientras que los defensores pueden golpear el stick del jugador contrario para recuperar la bola.
Según Javier Pérez-Coca, mediocampista de la Selección Española de Lacrosse y que actualmente se encuentra en Denver (Colorado) disputando el Mundial, «es un sueño el poder representar a tu país en una competición de este tamaño. No puedo dejar de emocionarme cada vez que escucho el himno». Así se manifiesta con orgullo este estudiante de Medicina que compagina su carrera universitaria con los entrenamientos en Montes Lacrosse, uno de los tres equipos que forman la primera división de lacrosse en España (LEL 1).
Este año se ha proclamado campeón el Madrid Lacrosse, por delante del UH Gijón y Montes Lacrosse. Además, a estos equipos habría que añadir los que conforman la segunda división (LEL 2) y Liga Femenina, que cada vez está teniendo más auge.
Una victoria y tres derrotas es el balance de la selección nacional en este Mundial 2014, cuyo objetivo primordial es adquirir experiencia para lograr formar un equipo de futuro. «Hay muy buena química entre los jugadores y cuerpo técnico. El campeonato está demostrando que tenemos un conjunto para rato» afirma Pérez-Coca, quien se introdujo en este deporte por «culpa» de un buen amigo y que, desde entonces, no puede separarse de su palo y una bola.
El deporte combina la fuerza física con la técnica individual, aunque parezca que prima lo primero. Según el jugador de Montes Lacrosse, este juego «engancha» y por eso anima a todo aquel que no lo conozca a introducirse en él.