Ana Amador. ¿Cuál es la frontera entre la genialidad y la locura? Esta cuestión es esencial para comprender la historia de Justo Gallego Martínez, un anciano de 88 años que, a pesar de carecer de conocimientos sobre construcción, desde 1961 erige una catedral en la madrileña localidad de Mejorada del Campo.
Siendo muy joven, sintió una profunda llamada religiosa y por eso a los 27 años ingresó como novicio en el Monasterio de Santa María de la Huerta (Soria). Sin embargo, ocho años después enfermó de tuberculosis y tuvo que abandonar el convento para evitar que contagiase al resto de la comunidad. Aunque su primera experiencia vocacional se frustró, cuando se recuperó decidió dedicar cada día de su vida a levantar un templo en honor a Dios y a la Virgen.
El 12 de octubre de 1961 comenzó a construir esta catedral en una parcela de tierra de labranza de 4.740 metros cuadrados que era propiedad de su familia. Curiosamente, este imponente edificio está situado en una calle dedicada a Antonio Gaudí, el famoso arquitecto que creó la Sagrada Familia, un destacado emblema modernista que, al igual que la obra de Justo, también continúa inconcluso.
Lo más genuino del proyecto de este anciano madrileño es que, aunque sus conocimientos académicos más básicos fueron interrumpidos al estallar la Guerra Civil en 1936, logró la inspiración para diseñarlo gracias a su gran imaginación y la visualización de libros sobre catedrales, castillos y otros edificios destacados. Además, según matiza él con orgullo, “no hay planos ni proyecto oficial, todo está en mi cabeza”.
El templo, que avanza con una lenta progresión, se ha realizado sobre todo con elementos reciclados o donados por empresas y particulares. Esta singular característica se aprecia, por ejemplo, en la forma irregular de los ladrillos en la zonas más bajas de los muros exteriores que fueron recogidos de una fábrica cercana.
A pesar de carecer de la maquinaria que normalmente se emplea en este tipo de edificaciones, Justo ha conseguido construir todos los elementos característicos de una catedral. Así que en esta obra se observa una cripta, cuyas paredes recuerdan a la fachada de ‘La Casa de las Conchas’ de Salamanca; un claustro con una impresionante escalinata; arcadas de estilo románico; una gran cúpula que simula la obra de Miguel Ángel en la Basílica de San Pedro del Vaticano y altas torres de más de 30 metros de altura.
Asimismo, la catedral destaca por su planta de tres naves con 28 cúpulas, que está recubierta por bóvedas de medio cañón. Además, los techos se construyeron con material ligero a modo de grava, una técnica utilizada en las construcciones contemporáneas para proporcionar mayor ligereza a los edificios. En este espacio, los visitantes también pueden disfrutar de sus más de 2.000 vidrieras y los murales dedicados a la vida de la Virgen, creados por Carlos Romano Silveira y que fueron asociados ligeramente por el crítico de arte Kristian Leahy Brajnovic con la nueva figuración madrileña.
Justo ha necesitado más de 50 años de su vida para lograr levantar esta obra, dedicada a la Virgen del Pilar (patrona de la Hispanidad) y que pretende ceder a la diócesis de Alcalá de Henares para conseguir su consagración. Para ello, ha empleado todo su patrimonio y también ha contado con donaciones privadas, entre las que se encuentran los 36.000 euros por haber protagonizado en 2005 un spot publicitario de una conocida marca de refrescos, que bajo el lema ‘¿No es maravilloso? El ser humano es impredecible’ le hizo mundialmente famoso.
Además, aunque durante años fue considerado ‘el loco de la catedral’, obtuvo un importante reconocimiento internacional al realizarse una exposición fotográfica sobre su hermosa utopía en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA). De este modo, la Catedral de Justo se convirtió en gran ejemplo de genialidad y sacrificio que cada año visitan miles de personas de todo el mundo.