Ana Amador. El Castillo de Neuschwanstein en Alemania o la abadía del Monte Saint Michel en Francia son obras maravillosas en las que se basaron grandes autores, como los Hermanos Grimm o Hans Christian Andersen, para crear sus famosos cuentos de hadas. Sin embargo, en nuestro país también se pueden apreciar bellos palacios capaces de inspirar hermosas historias con princesas encantadas, dragones o príncipes valientes. Te invitamos a conocer algunos de los más fascinantes.
Castillo de Butrón (Vizcaya). Sobre la falda de la colina de Mendichu (Gatica) y junto al río Butrón se alza esta imponente construcción de origen medieval, que está rodeada por un bosque centerario. Originalmente, la residencia de los Señores de Butrón fue una casa-torre levantada a mediados del siglo XIII, pero en el siglo XIV el V Señor de Butrón lo transformó en un castillo.
A partir del siglo XVI, fue testigo de 300 años de cruentas batallas entre los dos bandos de la nobleza de Vizcaya, que forjaron la historia de esta región del País Vasco. Durante esas luchas, los señores de Butrón se refugiaron en el interior de este baluarte, desde donde ejercieron su poder sobre estas tierras mediante su fuerza y el arrojo de sus tropas.
Sin embargo, cuando cesaron los continuos enfrentamientos a principios del siglo XVI, la fortificación quedó abandonada y sufrió un progresivo deterioro, hasta que a finales del siglo XIX fue restaurada y adquirió su actual forma al gusto germánico. El encargado del proyecto fue el arquitecto Francisco de Cubas, quien en 1878 lo reconstruyó siguiendo los criterios imperantes en la época de los castillos principales de Europa.
Palacio Real de Olite (Navarra). En este fastuoso conjunto arquitectónico, que se compone de dos edificaciones (el Palacio Viejo y el Palacio Nuevo), residió la corte de Navarra hasta su incorporación a la Corona de Castilla en 1512. Está considerada una de las construcciones civiles góticas más interesantes de Europa y en 1925 fue declarada Monumento Nacional.
El Palacio Viejo o Palacio de los Teobaldos está ubicado sobre los restos de una antigua fortaleza romana y fue levantado durante el reinado de Sancho VII el Fuerte en el siglo XIII. Esta antigua fortificación, de la que tan solo se conservan los muros exteriores y las torres, actualmente acoge el Parador Nacional Príncipe de Viana. Además, desde la torre de la Atalaya se puede divisar la bella panorámica de Olite y sus viñedos.
A finales del siglo XVI, el rey Carlos III el Noble dispuso la ampliación del Palacio Viejo con el objetivo de convertirlo en su residencia permanente. Para lograr que su esposa Leonor de Trastámara se sintiera motivada para residir en el castillo, lo dotó de exóticos jardines, galerías, estancias doradas, patios y esbeltas e irregulares torres. Por ese motivo, este palacio medieval fue considerado uno de los más lujosos de Europa.
Castillo de los Templarios (León). Fernando II de León en 1178 permitió a los Templarios que se establecieran en Ponferrada, en la comarca del Bierzo. Allí encontraron una pequeña fortificación junto a un talud vertical del río Sil, que originalmente fue un castro celta y posteriormente una ciudadela romana.
Los monjes soldados lo mejoraron y en 1282 se transformó en una defensa del Camino de Santiago, hasta que en 1312 se disolvió la Orden del Temple y esta construcción pasó a la Corona de León. Posteriormente, en 1486 fue propiedad de los Reyes Católicos. Sin embargo, el castillo, tal y como hoy se conoce, es el resultado de continuas modificaciones y ampliaciones desde principios del siglo XII hasta el siglo XX.
En 1924 fue declarado Monumento Nacional y comenzó una intensa restauración hasta lograr el perfecto estado en el que se puede contemplar actualmente.
Castillo de Coca (Segovia). En el siglo XV, en la milenaria villa de Coca, lugar de nacimiento en 342 d.C del emperador romano Teodosio I el Grande, el arzobispo de Sevilla Don Alonso de Fonseca construyó este fortín de estilo gótico-mudéjar sobre un meandro en la intersección del río Voltoya y el río Eresma.
Esta hermosa obra medieval, que mezcla a la perfección arquitectura militar árabe y occidental, se mantuvo fiel a Carlos I durante la Guerra de los Comunidades de Castilla, un levantamiento armado de los denominados comuneros que acaeció desde 1520 hasta 1522. Este enfrentamiento es calificado por algunos estudiosos como una revuelta antiseñorial, sin embargo por otros lo consideran una de las primeras revoluciones burguesas.
Alcázar de Segovia. Esta magnífica obra, que se alza sobre un promontorio en forma de proa, pudo haber servido de fuente de inspiración para crear el famoso Castillo de la Bella Durmiente de Disney y otros palacios de cuentos de hadas. Fue levantado entre los siglos XII y XVI y es uno de los monumentos más emblemáticos de la ciudad, junto con el Acueducto de Segovia y la catedral gótica.
En su interior se puede contemplar un inmenso foso con un puente levadizo, un precioso patio de estilo herreriano y la bella torre del homenaje. Mientras tanto, su interior destaca por las suntuosas salas, que actulamente albergan el Museo de Armas y el Archivo Militar.
Este lugar fue testigo de la proclamación de Isabel La Católica como reina de Castilla en 1474 y la boda de Felipe II con Ana de Austria en 1570. Además, en 1764 Carlos III ordenó que fuera la sede del Real Colegio de Artillería.
Castillo de Peñafiel (Valladolid). Sobre una colina escarpada y rodeado por las praderas de las riberas del Duero y el Duratón se erige este espectacular castillo del siglo X, que fue declarado Monumento Nacional en 1917.
Esta fortificación sirvió de refugió a Alfonso I el Batallador para huir del acoso de su esposa Doña Urraca de Castilla. Asimismo, entre sus muros también residieron otros ilustres personajes, como el infante don Juan Manuel (autor de ‘El conde Lucanor’ y sobrino del rey Alfonso X el Sabio) o el maestre de la Orden de Calatrava Don Pedro Girón, prometido de Isabel de Castilla y cuya repentina muerte, en vísperas de su enlace matrimonial, propició la boda de la princesa con Fernando de Aragón.