Ana Rodríguez. La vida da muchas vueltas y a veces uno acaba donde menos se lo espera dedicándose a lo más insospechado. Puede que éste sea el caso de José Miguel Benítez, un gallego de nacimiento y catalán de adopción que regenta, junto a su hermano Ibrahim, desde hace un par de años un establecimiento muy innovador, El Club de l’Empanada.
José Miguel nació en la localidad gallega de Ferrol, aunque a los ocho años se trasladó a Barcelona con sus padres, donde estudió la licenciatura en Periodismo en la Universidad Autónoma de la capital catalana. Al acabar la carrera decidió hacer las maletas e irse a Centroamérica, ya que a principios de los 80 allí “se estaba viviendo un proceso muy interesante”, como el periodista recuerda. Se marchó como freelance pero también ejercía de corresponsal del Diario de Barcelona, más conocido como ‘El Brusi’, decano de la prensa europea.
Benítez ejerció durante 17 años en América –salvo un periodo de tiempo entre 1991 y 1992 en el que regresó a España y fue corresponsal de la Agencia EFE en Huelva-, etapa de su vida en la que además trabajó en varios proyectos que desarrollaba la Unión Europea en el Nuevo Continente vinculados a temas sociales, de comunicación y relación con los medios. Concretamente, el gallego se centró en iniciativas de reinserción de lisiados de guerra en El Salvador; ex combatientes en Guatemala; y apoyo a pueblos indígenas y negros en Centroamérica con sede en Panamá.
Josemi señala que durante su estancia al otro lado del Charco vivió dos periodos; uno inicial marcado por la guerra, del que recuerda “a la gente. Fue una época de una intensidad vital muy grande, en la que un día se comía al otro. Era como un huracán que te absorbía”. En la segunda etapa, la de paz, el periodista cooperó con ONG y con los proyectos de la UE. Además, Benítez pertenecía al Comité de Solidaridad con Centroamérica y apoyaba los procesos revolucionarios como profesional de los medios.
La guerra impactó al español, pero también lo hicieron los fenómenos naturales: huracanes, terremotos, tornados… una situación complicada que acentuaba aún más la pobreza y desigualdad en la zona.
No es extraño que, después de todo lo vivido, cuando el gallego quiso regresar a España con la familia que había formado en América, le costase reintegrarse en la sociedad. Retornó tras el terremoto de El Salvador de 2001, primero con su hijo, que entonces tenía cinco años, y luego llegaron su mujer y su hija de 17 años.
La vuelta fue difícil. La primera opción de José Miguel fue visitar a contactos en medios de comunicación. “Me dijeron que me olvidara del periodismo -explica el gallego-. Me ofrecieron trabajo en Madrid, Barcelona, Andalucía… pero los sueldos que barajaban no me alcanzaban para traerme a mi familia«.
Benítez estuvo colaborando con medios locales de Barcelona y buscó empleo en actividades relacionadas con intervención cultural y social, llegando a ser coordinador de un equipo de técnicos en una zona de Barcelona. Sin embargo, en 2012 decidió abandonar definitivamente la que había sido su actividad profesional principal para montar su propio negocio, un establecimiento de hostelería bautizado como El Club de l’Empanada.
“Tras regresar de América, seguía manteniendo contacto con españoles que conocí allí, sobre todo en El Salvador y Nicaragua, y fue con un amigo, Marcos, y mi hermano, Ibrahim, que llevaba tiempo desempleado tras haber sido jefe de informática, que nos lanzamos a hacer realidad el proyecto sin conocer el sector. Como suelo decir, nos tiramos a la piscina sin saber si había agua”, explica el ahora empresario.
Inicialmente pensaron en montar un bar, pero les llamó la atención un producto tan de su tierra natal como la empanada, “algo que sabíamos hacer, exclusivo”, destaca Benítez, quien además apunta: “queríamos fomentar este alimento nutritivo y universal con siglos de historia. Si la pizza tiene éxito, ¿por qué no la empanada?”.
Igual que en muchos establecimientos italianos, en El Club de Benítez el producto estrella se hace a la vista de todos los clientes, lo cual convierte la experiencia gastronómica en todo un espectáculo, en una exhibición que nadie se pierde gracias también a las pantallas colocadas tanto en el interior como en el exterior del local, donde se visualiza cómo se hace el plato gallego.
Respecto a la variedad, hay empanadas clásicas, como la de atún, bacalao, lomo adobado o pulpo, pero también de sabores más transgresores como la empanada de gambas al orujo con briznas de chocolate, la empanada se ‘acava’ con cava o la empanada mental que lleva menta y pollo. Además hacen empanadas personalizadas por encargo, completando la carta de servicios con un menú diario de mercado y tapas gallegas.
Desde que abriera sus puertas El Club en febrero de 2013, el restaurante, sito en el Barrio Gótico de Barcelona, cerca de la plaza de Sant Jaume, se han servido en él más de 1.500 empanadas. Cuando llegaron al millar, el pasado 5 de diciembre, montaron un gran evento al que bautizaron como ‘Fiesta de las 1.000 empanadas’. El local se llenó, al igual que toda la calle, y en los televisores proyectaron el videoclip de una canción que ellos mismos se han invitado y grabado, La rumba de la empanada, en la que han fusionado la gastronomía gallega con la rumba catalana.
Inventiva no le falta a los dueños del negocio, el cual cada día es más familiar según apunta Benítez: “Mi sobrina Sara es quien canta La rumba de la empanada, mis hijos Irma y Yago también echan una mano y mi madre… mi madre, que acaba de cumplir 85 años, es la que nos enseñó a nosotros y esto le da vida. Ella es la que le da el toque a todas nuestras empanadas, las más de 1.500 que hemos servido, pues ella pocha la cebolla y se enfada siquiera con sugerirle que deje de hacerlo porque debería descansar”.
En menos de año y medio, la aceptación que ha tenido El Club de l’Empanada ha sido tal en la capital catalana que durante las últimas fiestas del barrio donde se encuentran fueron, a petición popular, los pregoneros, ofreciendo a sus vecinos un pregón entrañable y reivindicativo en forma de parodia. “Hicimos como un teatro que gustó mucho y ahora estamos pensando en animar más el local representando teatro de barra, con diálogo en tono de comedia”, indica el empresario gallego.
Se han hecho tan famosos que en Alemania ya los conocen, en virtud a un reportaje que grabó, en parte en el establecimiento, una cadena de la televisión autonómica germana. “Ahora nos llega gente de Alemania diciendo que nos han visto en el televisor”, afirma divertido José Miguel Benítez.
De periodista a empresario y cocinero, un cambio radical de rumbo con el que este hombre ha logrado potenciar un producto muy español y hacerle un hueco en la restauración nacional pues, como bien dice el gallego, “la pizza está muy bien, pero ahora es tiempo de la empanada”.
1 comentario en «Josemi Benítez, un periodista convertido en cocinero que ha encumbrado la empanada gallega hasta hacer temblar a la pizza»
Me gustaria saber si Jose miguel Benites es el mismoque vivio en la 14 de Septiembre en Nicaragua en los años 1988/1990 me gustaria comunicarme con El