Más que “buenas noticias”

Juan C. León Brázquez. Que el país está necesitado de buenas noticias, nadie lo duda. Que salga un nuevo diario digital de “buenas noticias” es como una brisa de aire fresco en un panorama desolador, por la triste situación del país y de la propia profesión periodística, que año tras año acumula cierres de periódicos, televisiones y otros medios de comunicación elementales para la propia pervivencia social y democrática, ante una situación que nos ha desbordado sin que sepamos poner rápido remedio. García Márquez decía que estudió periodismo porque quería contar la vida de otra forma. Sin duda, necesitamos a nuevos agentes de la historia.

Así que el nacimiento de este nuevo diario digital España, buenas noticias, es en sí mucho más que una buena noticia. Decía Mario Benedetti que él contaba a las personas de una en una, porque una a una eran mucho más que dos. Pienso lo mismo. Como profesional es una inmejorable noticia, especialmente salida desde Huelva y Andalucía. Es el símbolo de que el periodismo tiene presente y sobre todo tiene una enorme carga de profundidad de futuro. Profesionalmente pertenezco a la escuela que nació con la transición democrática, sabiendo lo que suponía el franquismo que venía condicionándolo todo. Pertenezco a la generación que estuvo en la ruptura con el pasado y que alumbró un nuevo futuro, que es el que –paradójicamente-  estamos dejando atrás. Viví la eclosión de  nuevos periódicos y medios. El nacimiento de diarios como El País, El Mundo, Nuevo Diario, Diario 16, El Periódico y hasta La Noticia o Huelva Información. Y de radios y televisiones que tomaron el relevo de la uniformidad impuesta por RNE y TVE. Los monopolios franquistas dejaron de existir para dar paso a una libertad, que ahora muchos pensamos que se está encorsetando por tantos intereses económicos y políticos.

En las escuelas de periodismo nos enseñaron aquella máxima que decía que si un perro muerde a un hombre, no hay noticia; pero que  si el hombre muerde al perro, ahí tenemos la noticia. Es decir, hemos vivido en un mundo en el que pareciese que solo existe un tipo unidireccional de la noticia.  Y desde luego en las redacciones mandan las malas noticias. Estamos cargados de ellas, siempre hablando de extremismos separatistas, de tahúres de la política, de ERES, de cierres de empresas, de inmigrantes sin futuro, de la corrupción de los que tienen el deber de velar por los intereses públicos, de tragaderas sociales ante recortes que nos sorprenden por impropios, y de las tragedias cotidianas que rodean al paro, la exclusión, los desahucios, vamos de indignados, o incluso de niños que ya no tienen para comer, como si de repente hubiéramos retrocedido décadas, en un regreso a tiempos que creíamos enterrados y, sin embargo, siguen ahí amenazando en el vivir del día a día. Imágenes catastrofistas que se nos incrustan como mensajes negativos que interiorizamos y  que nos crean enormes incertidumbres. No consiste ya en las pérdidas de útiles materiales, sino de asimilar situaciones negativas que nos obligan a que nuestro subconsciente tenga que estar luchando contra un mundo en negativo.

No es extraño, pues, que los políticos escojan el viernes por la tarde para anunciar malas noticias. Saben que el impacto sobre la opinión pública se diluye mejor que cualquier otro día laborable. Al fin y al cabo queda por delante todo un fin de semana para asimilar el impacto negativo. Ahí está Adolfo Suárez anunciando en un Viernes Santo la legalización del Partido Comunista de España, sabiendo que las oscuras fuerzas del país –en aquella época- , en cualquier otro día, hubieran ejercido mayor presión y fuerza para evitar que “su demonio” fuera legalizado. Podía haberlo hecho cualquier otro viernes, porque es un día en que las constelaciones casuísticas se unen: menos consumo de periódicos; la gente está de minivacaciones de fin de semana y está distraída con los acontecimientos deportivos de turno, o simplemente se aleja de su centro de trabajo intentando descansar la mente. También la economía utiliza los viernes para dar malas noticias, ya sean despidos en la empresa,  o para evitar los efectos que incidirían sobre las cotizaciones bursátiles. Y hasta los Consejos de Ministros se celebran los viernes. Durante años asistí a las posteriores ruedas de prensa, donde recogíamos noticias sobre la subida del desempleo, privatizaciones de lo público, recortes sociales, subidas de impuestos… siempre en viernes.

Las malas noticias crean cierto estrés postraumático y producen desmotivaciones, tal como aseguraba un estudio que leí hace años realizado por la Universidad de California. Venía a decir que las personas sometidas a noticias negativas se exponen  a  padecer trastornos depresivos y de ansiedad. Eso no va a ocurrir con este nuevo medio, España buenas noticias. Entiendo que el positivismo con el que nace es todo lo contrario de lo que acabo de subrayar y servirá, en los viernes y en los demás días, para neutralizar lo negativo del mundo transmitido en los habituales medios de comunicación. La sociedad está necesitada de que le lleguen valores positivos, como remedio para evadirnos de tan desoladora situación. Lo positivo también forma parte de la vida. He aquí el ejemplo, “contar la vida de otra forma”.

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