17 abril 2024

España Buenas Noticias

Periódico digital de buenas noticias

Russell Crowe dio vida a Nash en la ficción.

Russell Crowe dio vida a Nash en la ficción.

Compártelo en las redes
Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Russell Crowe dio vida a Nash en la ficción.
Russell Crowe dio vida a Nash en la ficción.

Francisco J. Martínez-López. “Siempre he creído en los números. En las ecuaciones y la lógica que llevan a la razón. Pero después de una vida de búsqueda me digo: qué es la lógica, quién decide la razón. He buscado a través de lo físico, lo metafísico, lo delirante, y vuelta a empezar, y he hecho el descubrimiento más importante de mi carrera, el más importante de mi vida: Sólo en las misteriosas ecuaciones del amor puede encontrarse alguna lógica. Estoy aquí esta noche gracias a ti [su mujer, Alicia]. Tú eres mi única razón de ser. Eres todas mis razones.”

Este párrafo ha sido extraído de la película Una mente maravillosa (A beautiful mind, 2001); estuvo nominada a ocho Oscars, de los que ganó cuatro, siendo uno de ellos el de mejor película. Contiene la mayoría de las palabras del discurso pronunciado por el matemático John Nash (interpretado por el actor australiano Russell Crowe) al aceptar el Premio Nobel de Economía en 1994 por su contribución a la teoría de juegos, cuya principal aportación se basa en su tesis doctoral Non-cooperative games, de menos de treinta páginas, concluida en 1950 en la Universidad de Princeton (Nueva Jersey, EE.UU.); un año antes, escribió un artículo donde introdujo su célebre punto de equilibrio, conocido como Equilibrio de Nash; ha tenido múltiples aplicaciones en diversas áreas, sobre todo económicas. Una de las frases del resumen que introduce su tesis dice: “El principal resultado matemático es la prueba de existencia en cualquier juego de al menos un punto de equilibrio”. La producción científica de Nash fue escasa. Con 30 años, al poco de casarse con su esposa Alicia –una mujer brillante de origen salvadoreño, licenciada en física por el MIT en los 50, una de las pocas mujeres de su promoción– Nash fue diagnosticado de esquizofrenia paranoide. Esta enfermedad mental resultó del todo incompatible con su racionalidad productiva. Ingresó en centros psiquiátricos en repetidas ocasiones y se sometió a tratamientos traumáticos de la época, como dosis de insulina, electroshocks, y estuvo en tratamiento psicofarmacológico desde entonces. Desapareció de la academia. Su mujer se divorció de él al poco de manifestarse la enfermedad, aunque nunca dejó de preocuparse por él. En 2001 volvieron a casarse.

La esquizofrenia es una enfermedad que tiene una componente genética. Su hijo pequeño la padece, y ha tenido un cuadro similar al del padre; también se doctoró en matemáticas. Sin embargo, no ha conseguido dominarla aún como él hizo. Hace poco más de un par de años, Discovery Channel emitió una entrevista en que una entrevistadora conversaba con John Nash, su mujer Alicia, y su hijo. John escuchaba paciente las respuestas de su hijo a las preguntas de la mujer; le preguntó qué experimentaba cuando tenía los brotes psicóticos. No fue capaz de concretarlo. Entonces el padre le preguntó qué clase de alucinaciones tenía, si escuchaba voces o veía cosas. El hijo dijo que veía cosas, y Nash le preguntó qué tipo de cosas. No supo contestarle; Alicia, la madre, intentó inferir el tipo de imágenes que podía ver, por lo poco que decía el hijo, aunque sus especulaciones no terminaban de satisfacerle completamente; se le veía nervioso e incómodo. Lo que me sorprendió de la entrevista fue cómo Nash, que nunca dejó de luchar contra la enfermedad, se mostró con esa tranquilidad al conversar con su hijo, como si él nunca hubiera padecido esquizofrenia. Si bien, quizá por esto, abordó la conversación de esta manera. Al final, Nash dijo al hijo que nadie más que él veía esas imágenes, y que sólo él era capaz de identificarlas; supongo que se pondría en su posición y pensaría que él sí pudo concretar las suyas. Pero el hijo debió agobiarse, y se despidió de la psiquiatra sin dar opción a más preguntas.

El 23 de mayo pasado, Nash iba con su mujer en un taxi por la conocida como New Jersey Turnpike, una autovía del estado, cerca del municipio de Monroe. Según el informe policial, el taxi se accidentó en una maniobra de adelantamiento. El taxista perdió el control, impactó el quitamiedos y luego otro coche. John (86) y Alicia (82) no llevaban el cinturón de seguridad puesto, salieron despedidos, y murieron en el acto por el impacto. Acababa de regresar de Noruega, donde había recibido el Premio Abel de la Academia Noruega de Ciencias y Letras.

Pero si la vida de este hombre se llevó al cine, y tanta gente simpatiza con su historia, no es por sus logros profesionales; es paradójico que su gran contribución, aquella que le dio el Nobel, la hizo con la edad que la mayoría de los universitarios están acabando sus carreras. Su historia cala porque es la de una persona que ha sobrellevado una enfermedad mental, siendo finalmente capaz de sobreponerse, por causa de dos elementos fundamentales: su racionalidad afloró con el paso de los años, por los cambios biológicos que la edad tuvo en su enfermedad, según reconoció el propio Nash, y fue capaz de gestionarla, de distinguir lo real de la ficción creada por su mente; Alicia, su mujer, quien nunca lo abandonó y, aunque se divorciara, se mantuvo cerca, incluso en los momentos en que la esquizofrenia se manifestó con más intensidad. Es una historia de superación de una enfermedad mental por la propia evolución y capacidad mejorada de autogestión del individuo, y por el amor. Por supuesto, la medicación, más a medida que salieron nuevos psicofármacos, tendría su peso, pero las pastillas no deben ser el único factor interviniente en la función que explique el grado de superación del enfermo mental, por describirlo utilizando un estilo matemático. La mente humana es un misterio aún, y, por ello, lo que explica las curaciones o mejoras de sus enfermedades. Estoy convencido de que la persona juega un papel importante; ser capaz de tomar perspectiva y observarse desde fuera, algo así como lo que le sucedió a Nash.

En la película, este hecho se representa, por ejemplo, en una escena en que, tras haber dejado de tomarse las pastillas, porque le mermaban intelectualmente y quería seguir produciendo, volvió su mente, con lo positivo, pero también lo negativo. La esquizofrenia volvió a manifestarse, y desatendió a su bebe cuando estaba en la bañera. La mujer volvió corriendo a la casa, temiendo por su hijo, tras comprobar casualmente en un cobertizo cercano que Nash había vuelto por sus fueros. Vio al bebé en la bañera, sólo, con el grifo abierto y el agua subiendo de nivel, mientras Nash estaba entretenido con sus personajes imaginarios. Podía haberse ahogado. Lo cogió, salió corriendo de la casa, y se subió al coche. Entonces Nash se interpuso en su camino, y dijo algo así como que la niña, uno de sus personajes imaginarios, nunca envejecía, sino que permanecía invariable. Fue como un momento de clarividencia en que fue capaz de distinguir lo real de lo creado.

La vida de Nash es un ejemplo de esperanza para muchos enfermos mentales que luchan contra sus enfermedades y trastornos. No es necesario tener algo tan serio como una esquizofrenia para identificarse con Nash. Quienes padezcan cuadros psiquiátricos más “simples”, como puede ser un trastorno obsesivo compulsivo, una depresión leve, o los estragos de la ansiedad en la mente, por poner algunos ejemplos, y, en general, todos aquellos que sufran las consecuencias de un yo interior desequilibrante, pueden encontrar inspiración en Nash. Esto englobaría a una parte importante de la población, y puede ser uno de los elementos que expliquen la empatía de muchos con Nash. Que ganara el premio Nobel es una cuestión secundaria aquí, un artificio que adorna su gran proeza, al fin y al cabo: ser capaz de gestionar sus demonios y conseguir finalmente un equilibro razonable, para sus circunstancias, en la vida.

Seguramente habría sido digno de un Nobel de medicina si hubiera sido capaz de plantear la función matemática que permitiera al individuo trastornado gestionar su desorden interior y conseguir el equilibrio vital; habría sido una gran contribución al bienestar del mundo, más útil que la contribución por la que consiguió el Nobel de economía. Dejó, no obstante, un apunte de cómo lo consiguió en su caso. En la película, esto se muestra en una reflexión de Nash al final de la película, en una conversación con una persona enviada oficiosamente por la institución de los Nobel para comprobar si había recuperado la cordura lo suficiente como para que le dieran el premio; entiendo que, por la imagen de los Nobel, su dotación dineraria y el uso que tendría que hacer de ésta, debían asegurarse de que tendría un comportamiento acorde con el galardón, porque el mérito de un galardonado y la relevancia de su contribución son independientes de su estado mental posterior; véase esto como un apunte que hago al margen. A las preguntas de este emisario, Nash responde: “Estoy loco, tomo unos medicamentos nuevos, pero sigo viendo cosas que no existen, aunque elijo no admitirlas, como una dieta mental: elijo no satisfacer ciertos apetitos, como mi apetito por buscar patrones, como mi apetito por imaginar y soñar”. En esa elección, en esa clarividencia de la persona para reconocer los productos de su mente y gestionarla de alguna forma, es donde está el margen de maniobra del enfermo para contribuir, si no a su curación definitiva, sí a sobrellevarla de una forma que no le impida una vida funcional.

Hay una escena al final de la película, justo después del discurso, en que Nash sale con su familia del edifico en que se celebró la ceremonia de entrega. Se queda un instante con su mujer a solas. Los dos estaban felices. Entonces Nash mira a un lado y ve a sus personajes imaginarios observándolo, callados, como debía haber durante décadas, desde que Nash fuera capaz de empezar a gestionarse e ignorarlos. En la película está perfectamente reflejado ese instante, apenas de un segundo, tentador, en que la mente de Nash le pone el elemento de desequilibrio frente a sus narices. Es un momento que agría el estado de Nash. Su mujer percibe algo, le pregunta qué pasa, y Nash vuelve a la realidad, ignora a estos personajes, y hace una broma a su mujer. Fue un momento de elección, uno de entre los muchos que seguramente tendría durante sus días, habitualmente, durante décadas. Cada día. Nash encontró la función para gestionarse y vivir dominando a los demonios de su mente. Hagamos como Nash; elijamos no alimentar los apetitos dementes de nuestro yo interior. No obstante, sí tú, lector, no tienes devaneo mental alguno, y, por tanto, no te identificas con estas ideas, me alegro por ti.

El actor Russel Crowe, consternado, publicó un tweet tras conocer la noticia, que concluyó con estas palabras en referencia a John y Alicia: “Beautiful minds, beatiful hearts”.

Compártelo en las redes
Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter