25 abril 2024

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El compromiso social de Pepe de Dios, un hombre entregado a hacer felices a los demás

Pepe de Dios en Panamá.

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Pepe de Dios en Panamá.
Pepe  González de Dios en Panamá.

Ana Rodríguez. La solidaridad y la entrega a los demás son dos empresas difíciles para las que no todo el mundo se halla preparado. Es por ello que cuando sabemos del compromiso de ciertos individuos con determinadas causas, éstos se convierten en objeto de admiración, pues en ellos vemos al ‘yo’ que llevamos dentro y que muchas veces no conseguimos que acabe de salir. Una de esas personas excepcionales –y anónimas, lo cual forma parte de esa clase de excepcionalidad- es Pepe González de Dios, un sevillano que a sus 58 años puede decir que ha regalado un pedacito de sí mismo a pobres, enfermos, ancianos y niños, logrando esencialmente dos motines con su entrega: la felicidad y una cartera infinita de amigos.

Colaborando con la Asociación Sevillana de Ayuda al Menor.
Colaborando con la Asociación Sevillana de Ayuda al Menor.

El gusanillo interno de Pepe ya hacía estragos cuando éste contaba sólo con 16 años. Fue entonces cuando empezó a colaborar con los Salesianos de La Palma del Condado (Huelva) en un programa de radio del que se habían hecho seguidores denominado ‘Son ustedes formidable’, de Alberto Aguilera. En este sentido, organizaban iniciativas relacionados con el voluntariado, como el ladrillo solidario, consistente en vender ladrillos de papel para recaudar dinero y hacer arreglos en casas.

En un campamento con personas con discapacidad en Lérida.
En un campamento con personas con discapacidad en Lérida.

Años más tarde, cuando regresó del Servicio Militar, de Dios se enteró de que un sacerdote de Sevilla había logrado reunir a un grupo de voluntarios para atender a decenas de personas, ésas que no podían acoger las hermanitas de los pobres por falta de capacidad. Esta iniciativa, que recibía el nombre de ‘Jesús Abandonado’, implicaba estar en contacto con mayores, enfermos, alcohólicos, etc. y Pepe quiso colaborar con ellos, encomendándosele la misión de ayudar a repartir la comida. “Me presenté un día y dije que allí me quedaba. Dormía con la gente acogida, comía lo que a ellos le sobraba… cada día era una locura, vivíamos situaciones extremas (navajazos, peleas, agresiones, etc.), pero dentro de la dureza de aquello, tenía una fuerza especial, la convicción de que aquello había que hacerlo”.

En Manta, Ecuador.
En Manta, Ecuador.

En este momento de su vida, se encontró con un antiguo profesor que lo motivó a que siguiera estudiando, matriculándose finalmente en Graduado Social por las noches. Curiosamente fue gracias a este maestro que le animó a volver a los libros fue que acabó encontrando a su compañera de vida, su esposa Manuela, a la que conoció en COU y de la que sigue “tan enamorado como el primer día”.

Impartiendo un curso a inmigrantes.
Impartiendo un curso a inmigrantes.

En 1978 entró a trabajar en Telefónica. Comenzó siendo celador y fue realizando los correspondientes exámenes de la parte de informática y escalando posiciones hasta ser técnico superior. “Cuando entré no sabía nada de informática, pero luego te daban los temarios e ibas formándote”, recuerda José. Su método para estudiar a la par que trabajaba era grabar en cintas de casete sus apuntes, que luego reproducía mientras iba de un lado para otro.

Con otros voluntarios de Telefónica acompañando a personas con Ela
Con otros voluntarios de Telefónica acompañando a personas con Ela.

Cuando aprobaba una convocatoria, se veía en ocasiones obligado a trasladarse a otra ciudad, lo que le permitió recorrer diferentes puntos de España, como Barcelona, Madrid, Valencia y León. “Fui de los primeros que empezó con miniordenadores, que eran como frigoríficos de grandes, lo que me ha permitido ir viendo y asombrándome con la evolución que ha experimentado todo”, añade divertido el sevillano.

Con casi 51 años se prejubiló y desde entonces vive entregado al servicio a los demás. Hace unos 15 años, Pepe sintió la necesidad de implicarse aún más en alguna causa y como siempre le había gustado hacer actividades con niños y conectaba muy bien con ellos, decidió colaborar con una entidad que trabajaba con pequeños con cáncer en Sevilla, dedicándose, por las necesidades que la institución tenía, a temas administrativos.

Día de regar los árboles en Wukro, Etiopía.
Día de regar los árboles en Wukro, Etiopía.

Pero al poco tiempo, de Dios descubrió que era más necesario en otro lugar. Le hablaron de una casa en los alrededores del antiguo manicomio de la capital hispalense donde Caritas acogía a personas con VIH. “No tenían voluntarios suficientes para atenderlos, nadie quería ir allí, eran apestados”, explica, pero él no tuvo problema en entregarse a la causa, con la cual a día de hoy, después de 15 años, sigue colaborando. Actualmente, este centro se llama Centro Amigo, se encuentra en el barrio de Triana y presta atención a enfermos sin hogar, no sólo con VIH. Lejos de tener recelo al acercarse a estas personas, Pepe reconoce que siempre ha sido muy cariñoso con ellos y “los abrazo, los beso y los quiero mucho, y ahora más porque sé que lo necesitan”.

En Cerro Tula, Panamá, con indigenas.
En Cerro Tula, Panamá, con indigenas.

En el Centro Amigo tienen un programa de actividades muy amplio, que va desde la escritura a la pintura, la música o el deporte. Pepe de Dios se encarga de impartir un taller de Chi Kung, una terapia china que el sevillano aprendió por Internet para luego enseñarla a sus ‘alumnos’. “Me dijeron que diera clase de estiramientos, pero buscando por la red encontré el Chi Kung y llevo casi cinco años con eso. Les pongo música, que también es medicina, para que estén contentos y, como son de muchos sitios, las canciones son muy variadas. Luego paseamos por Triana y así aprovecho para sacar a quienes no pueden salir solos del Centro”, explica el jubilado.

Con el misionero Ángel Olarán en Etiopía.
Con el misionero Ángel Olarán en Etiopía.

Desde hace cinco años, Pepe de Dios colabora en Sevilla con la Asociación Andaluza de Esclerosis Lateral Amiotrófica (Ela Andalucía). En un primer momento su labor consistía en realizar a los enfermos y sus familias un seguimiento y anotarlo todo en una base de datos que elabora junto a una psicóloga. Mediante llamadas telefónicas reunía información útil, a la par que su voz amiga servía de desahogo a los familiares de los enfermos.

Basural de Portoviejo, en Ecuador.
Basural de Portoviejo, en Ecuador.

Hace un tiempo, le comentaron que había una persona con Ela, Javier, que vivía sola y Pepe decidió hacerle una visita y conocerlo. Desde entonces, y aunque ahora está en una residencia porque se cayó y ya no puede moverse, Pepe acude a visitar a Javier cada dos días, habiendo nacido entre ellos una bonita amistad. De hecho, como al enfermo no puede hablar porque se ahoga con la saliva –ahora está sometiéndose a un tratamiento con botox para poder tragar- el informático le ha fabricado unas gafas con un pequeño láser adosado que apunta al lugar hacia donde mira el hombre y, por otro lado, un panel con todas las letras y también con palabras completas mediante el que se comunican.

Enseñando reiki en el Centro Amigo de Sevilla.
Enseñando reiki en el Centro Amigo de Sevilla.

Además, Pepe está ayudando a Javier a escribir un ensayo sobre el Ela, una obra que lleva por título Cinco toros y una banqueta, y cuya redacción está siendo tremendamente laboriosa, pues mientras el enfermo dicta con su mirada las letras o palabras a plasmar, de Dios las va apuntando “sin leer”, algo que sólo podrá hacer cuando esté terminado el texto.

Además de a Javier, Pepe visita a otros enfermos de Ela, pero ha sido este hombre de 55 años el que le ha tocado especialmente el alma, sobre todo porque ha interiorizado tanto su enfermedad que ello conmueve al voluntario: “cuando personas que se van a morir dicen con total aceptación que ése es su proceso o sienten pena de otras personas, aprendes a ver las cosas de otra manera. En realidad es Javier, Abilia y otra gente con Ela quienes me están ayudando a mí, aprendo mucho de ellos y eso mejorará mi trabajo con otros enfermos”.

Olimpiadas especiales en Andalucía.
Olimpiadas especiales en Andalucía.

En su afán por ayudar al prójimo, Pepe ha viajado por todo el mundo. Su trabajo en Telefónica le permitió trabajar con la Fundación de la empresa, especialmente en proyectos relacionados con niños. Así, en 2007 de Dios estuvo en Boquete, Panamá, para colaborar con el programa Proniño, que lucha contra la explotación infantil. “Allí trabajamos con la ONG Casa Esperanza, íbamos a recoger a los pequeños indígenas que trabajaban en los cafetales por las mañanas, los llevábamos al centro que tenía la organización y les dábamos de comer por turnos. Luego un autobús, que recuerdo que tenía un agujero en el suelo, los llevaba de vuelta a sus aldeas. El que vivía más lejos tardaba tres horas en llegar. Yo vomitaba todos los días porque me mareaba mucho”, recuerda.

Pies de un niño de Bukro, Etiopía.
Pies de un niño de Bukro, Etiopía.

En una ocasión, el andaluz señala que los indígenas de un poblado los estaban esperando, con hechicera incluida, para recibirlos y saludarlos. Allí Pepe se dio cuenta de que en el poblado había niños que no estaban acudiendo a Casa Esperanza: “la mirada de los pequeños que venían con nosotros cada día y la de los que permanecían allí era distinta, estos últimos se notaba que no se sentían igual de protegidos”.

Al año siguiente, el sevillano volvió a cruzar el Charco, pero esta vez con destino Ecuador, trabajando en varios poblados para retirar a los niños de los basurales y que fueran a la escuela. También colaboraron con las actividades propias de las ONG y organizaron algunas propias.

Visitando a enfermos en el Hospital de Wukro.
Visitando a enfermos en el Hospital de Wukro.

En 2009 volvió a Ecuador una semana, pero esta vez para preparar la infraestructura y establecer los contactos necesarios con el fin de llevar a la práctica la iniciativa solidaria al verano siguiente. Como el sevillano explica: “fui a ver las aldeas, contactar con los maestros, etc. Fue interesante porque conocí otra realidad”.

Por otro lado, también bajo el paraguas de la Fundación Telefónica, Pepe de Dios ha realizado diversas actividades, como recorrer el Camino de Santiago con personas con discapacidad, pasear en barco o llevar a Doñana a enfermos de Ela o impartido cursos de informática para inmigrantes, entre muchas otras.

Haciendo el Camino de Santiago con Mar y Fernando.
Haciendo el Camino de Santiago con Mar y Fernando.

Tras su paso por Hispanoamérica, el andaluz decidió que tenía que viajar a Etiopía. Tras leer un libro que le prestó una compañera hizo las maletas y se fue dos meses por su cuenta a África para conocer y ayudar a la causa del misionero Ángel Olarán. “Durante aquel tiempo di dos cursos de informática, por las tardes iba al hospital a ver o llevar gente y de noche visitaba los barracones de los niños y hablaba con las ‘madres’ –prostitutas- que llevaban la gestión de cinco o seis chiquillos a cambio de llevarse un dinero, así cuidaban a los niños y salían de la calle”, recuerda de su paso por Etiopía. Una noche, regresando del hospital, Pepe se dio de frente con una hiena; por suerte no le pasó nada, pero desde entonces, asegura, siempre hacía el camino con una piedra en cada mano.

El sevillano reconoce que allí donde ha estado, ha tenido la suerte de conocer siempre a gente maravillosa, “amigos para toda la vida y por todas partes”, lo cual le hace sentirse tremendamente afortunado.

Jugando con niños en Panamá.
Jugando con niños en Panamá.

Ahora, para desconectar, Pepe se ha convertido en montañero y se ha hecho de un grupo de escaladores aficionados como él con los que subir a las cimas más espectaculares: “he estado haciendo tracking en Suiza, Islandia, Nueva Zelanda y hace poco en Picos de Europa. Me encanta y me emocionan estos sitios tan bonitos”.

El mensaje de este hombre comprometido con la sociedad, es invitar a la gente a sumarse al voluntariado porque “hay una parte dura, pero si te engancha es porque algo recibes, aunque sea una sonrisa. Yo aconsejo a la gente que no deje pasar el tiempo, que el mundo se puede cambiar con pequeños detalles, con pequeñas aportaciones de muchas personas. Que cada uno colabore como pueda, aunque sea un día al mes, porque la satisfacción es muy grande y se sienten cosas que no se habían sentido antes. Para mí lo más importante no es enseñar a las personas, sino pasar un rato con ellas y durante ese tiempo hacerlas felices. La felicidad te rebota y te da energía y ganas de cambiar las cosas”.

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