Carlos Fernández/@karlos686. El cine español vuelve a demostrar no solo que tiene buenas historias para contar, sino que también posee buena letra y la de Alberto Rodríguez (director) es de una caligrafía excelente.
Lo primero que piensa uno al visionar esta película son dos cosas, la primera es la derrota que sufre ‘El niño’, de Daniel Monzón en comparación con este género noir español y la segunda el inevitable recuerdo de la serie estadounidense True detective.
‘La isla mínima’ posee lo mejor del thriller, es arriesgada, trepidante, visualmente fascinante e incluso original ya que, por ejemplo, el uso que hace Alberto Rodríguez de los planos cenitales dota a la historia de una elegancia misteriosa envuelta en un aro de crímenes donde nadie es quien dice ser y nada es lo que parece. El pulso narrativo de la historia está muy vivo y viene a cuento, sus personajes desprenden personalidad y sentimiento y la música se resiste a aparecer en momentos donde el silencio es más efectivo que su presencia.
La dirección de arte es fascinante así como su fotografía y resulta interesante comprobar que una película con una técnica tan elaborada esté al servicio de una historia tan bien hecha que podría compararse con el David Fincher de Seven o el Fargo de los hermanos Coen.
Probablemente Alberto Rodríguez, que ya dirigió la prodigiosa Grupo 7, buscaba un paso más como cineasta y lo ha encontrado, ha subido un escalón desde su anterior trabajo y ha logrado no crear una película, ha logrado crear cine, que es algo que no se consigue siempre que se hace una película.