25 abril 2024

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Enrique Lluch Frechina. “Construyendo espacios de esperanza” es el lema que compartieron las cáritas diocesanas españolas al celebrar el día de la caridad, el 22 de junio, que coincide (como viene haciéndolo desde hace años) con la festividad del Corpus Christi. Esta campaña es una flor en medio del erial en el que, con frecuencia, vivimos. Cáritas nos recuerda que cada uno de nosotros podemos ser motor de oportunidades, que no tenemos que esperar sentados para que otros cambien las reglas de juego, que lo que tenemos que hacer es movilizarnos y participar para tener un espacio humano y digno en la sociedad. “Se trata de reinventar, recrear, recuperar… de vivir con sencillez y construir junto con otros esperanza, para hacer posible nuevos espacios comunes de vida, de benevolencia, de justicia y de solidaridad”.

Cáritas nos recuerda que podemos construir esperanza, que no es verdad que no se puede hacer nada, que es cuestión de tener la voluntad para hacerlo, que solamente tenemos que ponernos en esa clave y contribuir a construir ese mundo mejor que todos anhelamos. Para ello, nos aporta una serie de recomendaciones sencillas, que nos ayudan a situarnos en esa clave de ilusión y esperanza que nos permita dejar a un lado el malhumor, el desánimo y el pesimismo.

No tengo espacio para hablar aquí de todas estas sugerencias prácticas, pero voy a centrarme en una que tengo siempre presente en mi trabajo como economista. Es aquella en la que esta organización nos anima a construir una economía diferente, una economía que no se mueva solo por el dinero y por el mercado, una economía que no genere exclusión, que no descarte a las personas, una economía que no mate…

La apuesta por una economía al servicio del ser humano es valiente y sencilla en su planteamiento, pero complicada en su realización. Sin querer (o conscientemente a veces) nos movemos por el afán de riquezas, creemos que la economía solamente es buena si produce más dinero o permite que se gane más… Construir espacios de esperanza es afirmar día a día que esto no es así, que la economía aporta ilusión en la medida que está al servicio de todas y cada una de las personas que componen una sociedad y esto supone que nadie quede descartado por estar enfermo, ser poco productivo, ser demasiado mayor o demasiado joven para trabajar, ser pobre o tantas otras cosas que nos sirven para descartar a quienes no tienen o no pueden tener.

Dejemos de pensar en clave de ganancias, en clave de tener, en clave de crecimiento, para pasar a ver la economía en clave de que todos tengan lo suficiente para vivir dignamente, de que nadie se quede fuera de los bienes de este mundo, de que las desigualdades se reduzcan, de que, a fin de cuentas, la economía sirva para que todos y cada uno de nosotros estemos bien y podamos desarrollarnos y crecer como personas. Si así lo hacemos, construiremos espacios para la esperanza, si seguimos con una economía de la exclusión, destruiremos cada vez más esos espacios… Es muy sencillo, solamente hay que elegir dónde no situamos…

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