Ana Amador. Cuatro siglos han transcurrido desde que un grupo de valerosos hombres emprendieron un viaje épico desde las costas del Imperio del Sol Naciente hasta España e Italia. La inolvidable hazaña de la ‘Embajada Keicho’, cuyos expedicionarios japoneses surcaron dos océanos por primera vez, es una gran epopeya que merece ser recordada.
Para comprender el interés de Japón hacia España, que desembocó en esta gran aventura, es necesario conocer dos hechos fundamentales. El primer acontecimiento fue la llegada al país de Francisco Javier, en 1549, que estableció su misión evangelizadora en la meridional isla japonesa de Kyushu. El principal el objetivo del jesuita español era obtener ventaja sobre los franciscanos, sus grandes rivales en la actividad misionera.
El segundo momento decisivo sucedió en 1609, cuando una gran tormenta hizo naufragar el navío en el que viajaba Rodrigo de Vivero y Aberruza (gobernador español de las Filipinas), durante su regreso a Nueva España (nombre antiguo de México durante la etapa colonial), arrastrando a los supervivientes hasta las costas japonesas.
De Vivero fue recibido por los líderes nipones, entre ellos el Gran Shogun de Edo (el máximo gobernante en funciones del archipiélago asiático), quien manifestó su interés por establecer relaciones comerciales con el monarca español Felipe III, especialmente con sus colonias en Filipinas y América. Así comenzó el acercamiento entre los dos Estados, que culminó con la ‘Embajada Keicho’ en el siglo XVII.
La historia de esta delegación nipona se remonta a 1613, año 18 de la Era Keicho en Japón, cuando el poderoso y respetado señor feudal Date Masamune, que gobernaba la prefectura de Sendai (situada en la isla de Honshu, al Norte de Japón), se convirtió al cristianismo y decidió luchar contra sus enemigos, los líderes feudales budistas y shintoistas.
Además, a pesar del deseo del shogun Tokugawa Hidetada de prohibir el cristianismo, Date Masamune logró convencer al shogun retirado Tokugawa Leyasu de enviar una comitiva a Europa, con el objetivo de que España le permitiera establecer relaciones comerciales con Nueva España y el envío de más misioneros a Japón.
Así comenzó la ‘Misión Keicho’, que estuvo liderada por uno de los fieles sirvientes de Date Masamune y héroe de las guerras contra Corea, el samurái Hasekura Tsunenaga, y el fraile franciscano español Luis Sotelo.
Además, contaron con la ayuda de Sebastián Vizcaíno (comerciante, militar, explorador y diplomático español) para construir un gran galeón en el puerto de Tsukinaura, en la península de Ojika. Este buque, que los japoneses bautizaron ‘Mutsu Maru’ y los españoles ‘San Juan Bautista’, fue el primer barco japonés en atravesar el Pacífico.
El galeón fue capitaneado por Sebastián Vizcaíno y participaron en la expedición aproximadamente 150 japoneses. Junto ellos también viajaron los franciscanos Fray Luis Sotelo, Fray Ignacio de Jesús y Fray Diego de Ibáñez, que perseguían que el Papa les concediera un obispado en las islas asiáticas, al igual que había otorgado a sus enemigos los jesuitas.
La misión salió del puerto de Sendai en octubre de 1613 y, tras atravesar las angostas aguas del océano Pacífico, en enero de 1614 el navío fondeó en Acapulco (México), donde los expedicionarios fueron recibidos por el virrey Guadalcázar en Ciudad De México.
Tan solo Fray Luis Sotelo, Hasekura Tsunenaga y 30 japoneses decidieron continuar el viaje en caravana de mulas hasta Veracruz (México), situada en la costa atlántica. El 10 de junio de 1614 partieron desde el fuerte de San Juan de Ulúa, rumbo a España, a bordo del galeón San José, que estaba capitaneado por Antonio de Oquendo e integrado por la flota de Indias que regresaba a la Península.
El 30 de septiembre de 1614 el buque llegó a Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) y allí fueron recibidos por el duque de Medina Sidonia, quien aparejó dos galeras que condujeron a los expedicionarios por el Guadalquivir hasta la localidad de Coria del Río (Sevilla), donde se reunieron con las autoridades andaluzas.
Hasekura se trasladó a Madrid y fue recibido en audiencia por el monarca Felipe III en enero de 1615. En esa misma ciudad fue bautizado con el nombre de Felipe Francisco Hasekura. Posteriormente, el samurái y Fray Sotelo salieron desde Barcelona rumbo a Roma (Italia), donde el Papa Paulo V nombró al franciscano obispo de Mutsu.
Una vez logrado el objetivo que tanto ambicionaba el clérigo español, los aventureros regresaron a España y se establecieron en Coria del Río. Durante su estancia, algunos japoneses se casaron con las mujeres del pueblo y se quedaron a vivir allí. Sin embargo, Hasekura y Fray Sotelo decidieron volver a Japón en 1620.
En 1622 la ‘Misión Keicho’ llegó a Nagasaki, pero poco duró la felicidad de regresar a su hogar tras 11 años de viaje, ya que, por orden del shogun Tokugawa Iemitsu, el samurái fue encarcelado por ser cristiano. Esta misma causa provocó el martirio de Fray Sotelo, que murió quemado vivo 1624.
La ira del gobernante nipón hacia los extranjeros y el cristianismo aumentó hasta el extremo de dictar el Sokoku en 1635. Este edicto, que significa literalmente ‘país cerrado’, prohibió que los ciudadanos japoneses salieran del país e impidió regresar a los que estuvieran fuera. Por tanto, esta orden condenó a vivir en el exilio a los expedicionarios japoneses afincados en Coria del Río. Esta política aislacionista se mantuvo en Japón hasta 1858, cuando el comodoro Perry firmó el Tratado Kanagawa de colaboración entre el Imperio asiático y Estados Unidos.
Después de 400 años de la ‘Misión Keicho’ y con motivo del ‘Año Dual España-Japón’, el príncipe de la Casa Imperial nipona Naruhito viajó a la localidad sevillana, el 16 de junio de 2013, para conocer a los más de 600 descendientes de los viajeros, que aún conservan el apellido Japón. Durante este acto, el heredero del Trono del Crisantemo realizó la simbólica ceremonia de la siembra del árbol del cerezo, que representa la hermandad. De este modo se rindió homenaje a la hermosa pero trágica epopeya de los valientes aventureros que arriesgaron sus vidas por cumplir un sueño.
3 comentarios en «La historia de la ‘Embajada Keicho’»
Increible reportaje, merece la pena comenzar con el storyboard de una película porque la historia lo merece.
Ya había oído esta historia anteriormente, creo que los Shogunes de Japón hicieron una verdadera matanza con el cristianismo y es uno de los motivos por los que Japón cerró sus puerta al mundo occidental y mostraban esa actitud a la hora de mostrar su cultura a los occidentales. Gran reportaje
Muy buen reportaje, desconocía esta movida y soy un gran aficionado de la cultura japonesa. Es cierto que los japoneses siempre han sido muy cerrados como muchos orientales a aceptar cambios en su sociedad. ¡Voy a retuitearlo!